'La casa de Bernarda Alba' - Delirium Teatro 21/03/2015
Teatro Príncipe Felipe - Tegueste
Texto: Jordi Solsona
Imprescindible. Una Obra de Arte. Acabo de vivir una experiencia desbordante. La última vez que me ocurrió en un teatro fue con “La cabra, o ¿quién es Sylvia?” dirigida e interpretada por Josep María Pou. Hoy volvió a suceder. La Bernarda Alba de Severiano García Noda me estremeció de la cabeza a los pies.
Noche fría en Tegueste. Por la calle del teatro gente y más gente se acercaba hasta el vestíbulo para conseguir su entrada. Lleno absoluto. Algo se mascaba en el aire. Cuánto reconforta una noche así. Pero la historia inicia siempre un tiempo atrás.
Imagino que esta Bernarda Alba se alumbra en la cabeza del director abriéndose hueco a golpes. Irrumpiendo como un golpe. La decisión de darle vida se iría fraguando luego despacito, a fuego vivo. El incendio íntimo de los personajes da comienzo a la hora de seleccionar el casting. Cada mujer que habita la escena estaba destinada a participar en este montaje. No puedo explicar de otro modo la enorme riqueza de matices psicológicos que derrocha cada una de ellas. Cada personaje encarna desde dentro su patología. Las palabras de Lorca corren por sus venas. No se puede decir mejor un texto dramático. Porque no lo dicen, lo están viviendo para el público, nos lo muestran en carne viva; vemos el fuego, percibimos el calor de la vida que emana desde su sexualidad. Por los poros de su piel, traspasando las ropas, hasta fluir a borbotones hacia fuera, hacia el público. Lava. Me quemo con ellas. Siento el deseo con ellas. Cada mujer con su contrapunto y Bernarda en cada extremo. Extrema. Afilada. Angulosa. Ebria de poder y de instinto maternal. Te traspasa, te golpea con su fusta de rojo sangre cuando las golpea, cuando las hiere de negro luto, las castiga con su cuerpo enervado. Me golpea. Me aplasta. Pero ellas resisten. Yo resisto con ellas.
Un tropel de intensas emociones corre por mis venas. Me sucede siempre que contemplo la belleza en estado puro. Porque vi la belleza en cada uno de los rostros de las actrices que habitaron el escenario. Olí su desesperación. Sentí la pasión en todas y cada una de ellas. En sus rostros, en sus gestos y en sus voces. Trascendieron la interpretación y resultaron vida. La Casa de Bernarda Alba, de Delirium Teatro, me recuerda a las mejores pinturas impresionistas. Y más allá, porque el pincel iba lleno de las palabras de Federico García Lorca y tocaba el lienzo del escenario con el talento de un gran director teatral. No es fácil traducir el universo lorquiano de manera tan completa. Es hermoso que te tomen de la mano para que tú mismo habites las emociones que sacuden las cuatro paredes de la casa que te invitan a visitar.
Actrices en estado de gracia. Actrices con alma y mucho más. Soraya González del Rosario, Carmen Cabeza, Lioba Herrera, Carmen Hernández, Nuhr Jojo, Sofía Privitera y Clara del Rosario Gutiérrez. Quiero nombrarlas a todas para reconocer y agradecer su soberbio trabajo. Entre todas alumbran un ser vivo de rango superior que las contiene. Ese ser vivo que habita la casa de Bernarda se construye con el miedo, la envidia y el ansia de libertad. Interiorizar esas partículas elementales y transmitirlas al público tan desde dentro, conmueve. Para llegar ahí quedan atrás horas de esfuerzo, pasión y amor a su trabajo. Entonces notas que cada una de las partes que habita la casa te grita, te sacude, te hiere, hace que te sientas vivo.
Me hice pequeño en la butaca. Viví hora y media sobrecogido por el drama de la humanidadentera. La casa era Israel contra Palestina. La casa era el dogma de fe contra el libre albedrío. La casa era el poder de unos pocos contra la impotencia de los muchos. Y sin embargo, era la risa de una niña y de un niño palestino; era también el grito anarquista; era también la lucha por la igualdad y el respeto. Era el rostro de Lorca al bajar el telón. Eran unas argollas canarias.
El trabajo de Delirium Teatro para Bernarda Alba apuesta por la interpretación. Es una declaración de amor al oficio de actriz. Todo pivota alrededor del quehacer de ellas. La banda de música que acompaña en directo el espectáculo amplifica sus registros dramáticos, anticipa o acompaña la acción según convenga. El decorado envuelve amorosamente todo el dolor de los sentimientos. El vestuario empapa de identidad a cada mujer. La luz recoge las lágrimas y las risas. Bernarda y Poncia adornan con argollas canarias los lóbulos de sus orejas. No hay nada gratuito, su mundo es nuestro mundo, el de todas y todos. Cualquier detalle tiene por objetivo arropar y acompañar el trabajo de las actrices que, en sus rostros, llevan grabada la vida que les toca. Cuando ellas hacen, el teatro se hace carne. Lorca vuelve a vivir entre nosotros. Federico nos contempla con una sonrisa cuando la casa calla. Entonces el público se pone en pie, y aplaude y aplaude y aplaude.
Sigo estremecido. Llevarte a casa esta sensación es muy difícil de explicar. Delirium Teatro cumple treinta años y nos hace un gran regalo. Ser un grande significa, entre otras cosas, saber darse. Delirium supo darse entero. No se guardó nada. Lo mostró todo. Este oficio tan al filo adquiere su verdadera dimensión cuando se toman riesgos de verdad. Entonces suceden acontecimientos tan extraordinarios que perdurarán en el recuerdo para siempre. “La Casa de Bernarda Alba” de Delirium Teatro, quedó impregnada en mi piel. Sigo viendo la sonrisa de Federico al callar la casa. Sigo en pie, y aplaudo, aplaudo, aplaudo… Gracias, Delirium.