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Francia y Europa están conmocionadas. Incluso el gran Benjamin Biolay ha compuesto, en apenas 24 horas, un tema sobre la marcha, para expresar su rabia ante el masivo voto que los neofascistas han recibido en su país. Todos los analistas se rasgan las vestiduras: ¡Es la madre de la Ilustración! ¡La que nos enseñó el camino desde finales del siglo XVIII! 

Habría que recordar ahora que la revolución en Francia fue violenta y que tuvo su origen en las luces, pero también en el hambre, que es más simple, directa y condicionada por el contexto. Justo lo mismo que sucedió en 1917 en  Rusia. La toma del poder violenta en 1791 en París arrasó un régimen político y modeló decisivamente el devenir de la historia, pero no significó la desaparición de una masa social rural, ultraconservadora y católica.

Es la Francia dual, bipolar, representada en un extremo por el escritor ultra Dominique Venner, que se suicidó en Notre Dame tras la aprobación del matrimonio gay por el gobierno Hollande. Es la Francia que apoyó mayoritariamente, con su pasividad y/o complicidad el nazismo. Es la Francia de Céline, de Maurras. Pero, ¿son uno de cada cuatro votantes franceses xenófobos y racistas? Lo pongo en duda, me parece una cifra muy corta. De hecho, el europeo ha sido adiestrado durante siglos en creerse con algún tipo de superioridad (estaba en la misma base del propio movimiento ilustrado) El europeo es, por definición y educación, racista y xenófobo. La cuestión reside en cómo se manifiesta ese racismo.

Hay una notable diferencia entre el racista francés, el alemán y el inglés. A todos les molesta y disgusta "el otro", pero mientras que el francés lo rechaza (simplemente lo quiere lejos), el germánico intenta someterlo (o eliminarlo cuando ya no le es válido) a la vez que se gusta en la exhibición de esa supuesta superioridad, por último, el inglés manifiesta una mezcla de simple pena y caritativo desdén por aquel que considera ha tenido la desgracia bíblica de no haber nacido anglosajón. De esta manera podemos entender el comportamiento de esas tres naciones europeas punteras en los procesos de colonización de los últimos dos siglos y en su manera de tratar al migrante en su propio país.

En otras palabras, Nigel Farage y Marine Le Pen son xenófobos popularmente apoyados, uno diciéndole al paquistaní en el pub que le repita la pregunta ya que no entiende su inglés, tal como sucedía con el impagable gag de la obesa dietista Marjory en Little Britain, mientras que la francesa estaría encantada de denunciar a cuaquier magrebí pobre por el simple hecho de pisar una calle francesa. Pero los racistas implícitos no se han vuelto explícitos solo por la crisis y el cabreo consiguiente. La teoría de la culpabilización del extraño es válida pero no la única. No olvidemos que ambos coincidían en un mensaje que muchos comparten (compartimos) desde muchas y muy diferentes esferas políticas: el problema es Europa. Europa convertida en la pesadilla que ya retratara Lars Von Trier (el provocador ¿filonazi?) Europa convertida en el monigote maltratado por cruzados intereses. La Europa colonizadora, ahora colonizada.

El ejemplo de la manipulación y la ridiculez hipócrita estuvo en el grito en el cielo que puso -antes incluso que la izquierda- la derecha mediática española por el resultado electroral francés. ¡Una racista abierta, una fascista la más votada en el país de Voltaire! se lamentaba uno de los corifeos periodísticos del gobierno español. Los mismos que respaldan con su palabra cómplice a ese gobierno que deja (o facilita) morir a inmigrantes en las playas norteafricanas, en las salas de espera de urgencias de hospitales de todo el país, o refuerza las cuchillas para que esa "ola subsahariana" al menos llegue a suelo español desangrada. Siempre preferiré al fascista explícito, declarado, abierto, aquel que devuelve a la arena política la importancia del discurso, y su adecuación a los contextos cambiantes. Algo que ha sabido captar con extraordinaria habilidad un politólogo como Pablo Iglesias.

Era eso, estúpido (aplíquese a cualquier pasado y futuro secretario general socialista)