No hay mejor terapia para el alma dolida que la música de Vivaldi y Mozart. Al menos así lo consideró el público asistente (aproximadamente el 80% del aforo de la Sala Sinfónica) el pasado 2 de mayo al décimo concierto de abono de la Orquesta Sinfónica de Tenerife en el Auditorio Adán Martín, atraído, en su mayoría, por el reclamo de 'Las cuatro estaciones', op 8, de Antonio Vivaldi (1678-1741), a cargo del el violinista Sergey Dogadin (1988).

Al frente de la formación musical, ruso Dmitry Yablonsky mostró sus buenas maneras en la dirección, con un repertorio a caballo entre el barroco y el clasicismo, cuya segunda parte incluyó la Obertura de 'Don Giovanni' y la Sinfonía nº41 en Do Mayor 'Júpiter' de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791).

En la interpretación de los cuatro conciertos del compositor italiano, el solista invitado hizo una versión con mucha libertad estilística y un fraseo limpio y claro. Si bien las cuerdas de la orquesta ofrecieron un sonido compacto, no se puede decir que la materialización de la partitura fuera impecable, en parte debido a la libre aproximación descriptiva que hizo Dogadin. Fue la destreza de Yablonsky la que recondujo el acompañamiento logrando un destacado final de la primera parte que avivó la ovación del público, al que el solista regaló como bis el Largo de 'El invierno' en Fa menor, op 8 nº 4.

Con una gran carga de dramatismo y mucha energía, la OST comenzó la segunda parte interpretando la Obertura de 'Don Giovanni', en la que sobresalió la labor de conjunto.

Le siguió uno de las composiciones más innovadoras de Mozart, la Sinfonía nº41 en Do Mayor 'Júpiter'. Entre los efectivos contrapuntos y el equilibro de las cuerdas, se alzó una sección de viento igualmente acertada, que, conducidos por Dmitry Yablonsky, abordaron, sin salirse de la partitura, con una admirable intensidad las características propias de la música mozartiana.