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Burka Teatro - The Room To Be

El arte de lo efímero

Enfrentarse a ver un espectáculo sin leer la sinopsis con anterioridad es un ejercicio de confianza más que recomendable. Después de haber asistido a no pocas obras de la compañía Burka, la ocasión la pintaban calva. Palabras clave: Estreno, Teatro Leal, sábado 22 de septiembre. Nos animamos a asistir a 'The Room To Be' con la mente abierta y el alma vacía de valores y prejuicios. Toda una experiencia.

¡Tic, tac! El público entra al patio de butacas y los actores ya están sobre el escenario, deambulando. La escena es sencilla, sillas de metacrilato, una especie de árbol-nube de donde cuelgan recuerdos de papel, una palangana con agua y un suelo a modo de alfombra terrosa y acolchada. Un escenario onírico que potenciaba un vestuario cargado de una neutralidad necesaria, casi carcelario, de operario industrial y que complementaban con retales de tela que usaron a lo largo del espectáculo para diversos fines.

La obra, escrita, dirigida y protagonizada por Aranza Coello, que comparte protagonismo con Pilar Duque, Irene Maquieira y Miguel de Miguel, todos espectaculares, ofrece una íntima densidad desde los primeros segundos, ¡Tic, tac! Cuatro personajes que se hablan, se cuentan, se descubren, se aman y se odian, bailan y se muerden mientras intercambian personalidades e historias que podrían pertenecer a cualquiera de ellos o a ninguno.

Músicas inesperadas, voces en off, danza, movimiento, cuerpo..., cada recurso es necesario para avanzar, resumir o describir las acciones que vemos y que veremos, las que vimos y las que vivimos. Todo parece tener un porqué salvo la propia historia, y eso es algo que se agradece. Llega un momento en el que el argumento deja de tener importancia, y como en una peli de Lynch, son las pequeñas historias y la intensidad de lo que vivimos quienes toman el control del espectáculo.

Misterio, energías contenidas y desatadas, metamorfosis, liberación.

¡Tic, tac!, el inexorable paso del tiempo ayuda a hilvanar un juego peligroso de intercambio de roles, de déjà vus inquietantes y de confesiones tremendistas que en ese espacio-tiempo que nadie quiere llamar 'limbo', se deshace en otros planos más metafísicos donde las preguntas son casi más importantes que las propias respuestas.

Sé que esta crónica puede resultarles intrigrante pero tampoco es necesario que condicione al lector. Ojalá sean ustedes capaces de leerla y que se les borrara de la mente al ratito de haberla leído, y colaborar así con la ciencia de lo efímero, un aprendizaje ya inolvidable con el que, gracias a The Room to Be, volveremos a valorar, y esta vez para siempre, la importancia de lo pasajero.