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Capas, espadas y progresión armónica

Partamos de los siguientes hechos contrastados: uno, toda importancia que se le dé a una banda sonora es poca; dos, sin embargo, y salvo honrosas excepciones, son frecuentemente ignoradas por el consumidor: ¿cuántas veces, al terminar la sesión, habremos oído aquello de “y qué buena la fotografía”? Por contra, ¿cuántas alguien que valore la banda sonora, sea música al uso o  bien los interesantes ruidismos que tanto se escuchan en las series de vanguardia? La diferencia de apreciación es notable.

Y por si todavía se duda, aquí tenemos a nuestro amigo el Youtube para ilustrarnos. Ejemplos de lo que cambia una escena si cambiamos la música, hay muchos, y pegarse a verlos es una manera tan interesante de tirar la tarde como ver catálogos de Ikea, por qué no. E igual de posmoderno, claro. Porque nos encanta ver cómo la realidad muta con su contexto, es decir, es en sí misma inalcanzable, y qué mejor manera de mostrarlo que, por ejemplo, esta mítica cabecera de 'Friends' revisitada:

 

 

Sí, por eso nos quedamos como conejos con las luces largas viendo covers de canciones populares en versión cabaret o folclore japonés, es re-interpretación de iconos culturales en tiempo real. Para otro día dejaremos la música como elemento performativo, pues si el lenguaje crea realidad, y la música es un lenguaje, ya tenemos un silogismo al que agarrarnos.

Avancemos un poco, pero sin salir de la vasta Tierra Media ni, dios nos libre, de Youtube. Y es que fue hace unos meses cuando muchos se sorprendieron ante la emergencia de un nuevo astro yotuber que, sorpresa, no se dedicaba a opinar chorradas sobre lo primero que se le ocurriera. Viralizándose como la mejor porción trash culture, su ascenso, además, fue el típico ejemplo de fenómeno no predecible (cisne negro le dicen algunos) que viola todas las leyes de las academias de influencers: vídeos entre largos y larguísimos, con sesudas explicaciones sobre… ¡la banda sonora de El Señor de los Anillos! Javier Altozano, que así se llamaba este genio, explicaba, con bastante detalle, todo tipo de hipótesis sobre armonía modal y su correlación con las distintas edades de la Tierra Media. Ahí es nada.

 

 

Decididamente, son estas las cosas que todavía permiten tener fe en la humanidad y en su penúltima sustanciación, internet. Por fin ese freak solitario ha podido establecer conexiones con sus homólogos a lo ancho del globo, ser a la postre multitud, y por consiguiente generar atención y respeto social. Que es algo paradójico, porque ¿se puede ser freak y estar de moda? Pues por lo visto, sí. Y a esto le ha seguido otro hecho incluso más sorprendente, encontrar individuos que alegremente se reconocen como tal mientras te mantenien la mirada, en clara señal de ciertas aptitudes sociales. Pero lo cierto es que el auténtico friki, y ahí reside su grandeza, nunca lo acepta. Dirá, como ustedes que leen esto, “no veo nada extraño, al revés, es de lo más normal, asistir con fruición a una recopilación de bandas sonoras de películas de espadas y brujería, o de producciones de culto de la era dorada de los video clubs, allí donde reinaba Stephen King con aquellas It o Carrie”. Ya, sí, seguro. Sólo recuerden que al loco, todo lo que hace le parece normal.

APOTEÓSIS FiNAL DEL FIMUCITÉ 2017

El Festival Internacional de Música de Cine de Tenerife llega a su recta final con dos de sus veladas más esperadas: la primera, dedicada al cine llamado de "Espada y Brujería", y que contará con la presencia como director invitado de nada menos que Trevor Jones; y la segunda, con un especial centrado en las películas de Stephen King, con la participación del Coro de Voces Blancas del Conservatorio de Santa Cruz de Tenerife.