“Soy un gigante perdido en medio de un bosque quemado” Roberto Bolaño, ‘2666’
La tontería del escándalo sobre el espionaje masivo norteamericano -¿a qué vienen ahora esas vestiduras rasgadas?- nos lleva a la manida discusión sobre que si el gran hermano nos vigila y la supuesta paradoja de que, lo que Orwell bosquejó como supuesto futurible con vías de convertirse en realidad en el caso del triunfo de las vías fascistas o estalinistas, sea ahora una inevitable y omnipresente realidad en el marco de sociedades declaradas y reconocidas como abiertas y democráticas. Paradoja que no lo es tanto sin necesidad de citar la ya también recurrente queja de que vivimos en una sociedad no plenamente democrática. No hay que achacar estos males a supuestos déficits, más bien, en ocasiones, en superávits, o simples fases avanzadas del desarrollo de un modelo social.
Una gran parte de los historiadores achaca al fascismo ser una especie de “brazo armado” del capital, a veces obviando su atractivo “antisistema” en el que muchos han cometido el grave error de sucumbir a su llamada de sirena varada. Marine Le Pen es la política en ascenso imparable en Francia no solo por su demagógico discurso xenófobo, también lo es porque ha sabido aglutinar el sentimiento antieuropeísta, es decir, antisistema, por encima incluso de la izquierda de Melenchon. Y es que el fascismo ha actuado sí, como ese fiel brazo ejecutor, pero también como 'vanguardia', esto es, avance de un modelo de entender el mundo que, en la primera mitad del siglo XX, afrontaba fases decisivas para su imposición global (con su máxima y penosa cristalización en la segunda guerra mundial). Los campos de concentración nazis bosquejaban los modelos de trabajo forzado que hoy se imponen en gran parte del mundo. De Dacca a Ciudad Juárez, cuyos feminicidios masivos cumplen su vergonzante vigésimo aniversario.Las mujeres violadas y asesinadas con total impunidad en el desierto fronterizo del norte de México, como ganado sacrificial ofrecido a la fantasmal y siniestra silueta de las 'maquiladoras', con su estructura y chimeneas que tanto recuerdan la arquitectura de los campos de Dachau o Mauthausen, simbolizan perfectamente el último estadio del ser al servicio del capital: la total sumisión a un objetivo determinado, desde la exacerbación paranoide del beneficio en la fuerza de trabajo, hasta el aprovechamiento sexual en oscuros rituales.
Hay algo que hace sentir que el Mal absoluto cristaliza en ese tipo de situación, algo atávico, tristemente inherente al ser humano, que se combina a su vez con la 'modernidad' de la condición social y económica en la actualidad. Por eso '2666' de Bolaño es la gran novela (y no solo en español) de las últimas décadas o una serie como The Bridge engancha, más allá de sus fortalezas o debilidades.
¿Vivimos entonces en una sociedad totalitaria, fascistoide? Probablemente, y sin que, por ello, deje de poder entenderse como democrática. Aunque, por otro lado, vivimos en una sociedad plenamente punk. De hecho, Wall Street o la City son los herederos directos y alumnos más aventajados del espíritu y lenguaje codificado del 77 (vía Nietzsche): no hay futuro. En realidad, nunca lo hubo.
Escucha recomendada para la lectura : At The Drive-In “Invalid Litter Dept”