Usted está aquí

 

“¿Que si amo a mi país? Moriría por él” John Rambo


El pasado FMAC dejó dos retornos a los que pude tener el placer de asistir con comodidad por darse al lado de casa: Hermanitas en el Quilombo y Primate en La Canela.

En plena moda del reagrupamiento de nombres ilustres de la música popular, es lógico que se vayan sumando nombres de la escena canaria. El fenómeno que, a escala internacional, presenta un evidente matiz recaudador -lo cual no quita para la validez de alguno de esos regresos, léase Pixies o My Bloody Valentine-, supone también una respuesta desde la propia escena a algo a lo que estamos asistiendo como novedad: el envejecimiento biológico del rock. 

Hasta ahora los muertos del rock eran cadáveres más o menos prematuros, fruto de las consecuencias directas o indirectas de los excesos y circunstancias a él asociados -accidentes aparte-, que contribuían a aumentar la imagen de malditismo y pseudoeterna juvenilia asociado a la escena. La próxima desaparición física de la generación de los Iggy, Young, Townsend, Jagger, Reed o Bowie guardará un significado más allá de lo artístico y lo cultural: será la crónica de un exitoso fracaso.Sobre estas paridas reflexionaba después de brincar con el ‘I’m so happy with you’ de Hermanitas, dignos herederos, junto a 

Sin Radio o Soviet Love, de lo mejor que puede dar Canarias al arte: su desinhibido y natural sentido de vanguardia expresado a través de  determinados grupúsculos minoritarios (como los Westerdahl y compañía de Gaceta de Arte décadas atrás), en unos años en que, sin ayudas institucionales, una pandilla de freakies de provincias se paseaban por las metrópolis estatales con absoluta autosuficiencia, marcando el devenir de una escena; o después de ver a Carlos, Mingo y Berna de nuevo juntos, perfecto ejemplo de la lucha contra el Goliat musical (las multis y sus ignorantes managers) y geográfico (Madrid, esa ciudad ingrata y panoli). Tantas batallas perdidas pero, al menos, disputadas.

Y luego, sales a la calle y te encuentras en medio de La Orotava, y ves cómo, tras meses de inoperancia, las obras de las calles del centro se ultiman a toda prisa por la cercanía de la Semana Santa. Se acelera el ritmo productivo en función del paso procesional, no de la optimización de recursos productivos y comunicaciones. Estremecedor ejemplo del mejor espíritu de la Contrarreforma y el Concilio de Trento. La Orotava: capital espiritual de la canariedad como producto de una amplia mayoría histórica, sin distinguir condición social ni convicción política: ignorancia asumida con provocador orgullo, hipócrita y encantadora mentalidad del pequeño burgués pacato y devoto, desafiante autoaislamiento y cerrazón del “canario viejo” (“cristiano viejo”) ante la evidente sospecha de que por sus venas corre sangre conversa y mestiza. Uno de esos sitios de los que es imposible no enamorarse. Lugares con metafísica. Justo lo que buscaban los surrealistas.

 

Escucha recomendada para la lectura: Mogwai, “Come on, Die Young”

Ampliación del Campo de Batalla