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“En 1969 dejé el alcohol y las mujeres. Fueron los 20 minutos más terribles de mi vida”. George Best, leyenda del fútbol inglés. Hay en nuestros días una obsesión con el “juego limpio”, un puritano horror ante la “trampa”. Una batalla abierta, por ejemplo, contra el “doping” en el deporte. Me parece un claro síntoma de las insoportables cotas de hipocresía que registra la sociedad contemporánea. Si el deporte depende de la condición física del que lo practica, eso significa depender de la más cruel e injusta medida que nos ofrece nuestro entorno: el de la selección natural. Si el objetivo del deporte es la competición y, por tanto, la victoria y, si esta, depende a su vez de filtros genéticos basados en la desigualdad de oportunidades, ¿por qué no superar esta injusticia natural a través del desarrollo de la mente humana en toda su dimensión? El puritanismo deportivo contemporáneo es el equivalente al histórico puritanismo religioso, que ve en el  desarrollo científico y tecnológico, que facilita la des o sobre-humanización, el desafío insolente a la existencia de un dios que decide por nosotros: y en realidad, eso es justo lo que es, de ahí la obsesiva persecución que desata.
Curiosamente, esa obsesión por ser “el más limpio” (no hace falta profundizar en el paralelismo con otras obsesiones por otras limpiezas, como la étnica) va acompañada por una enfermiza obsesión por “ser el mejor”. “El deporte es pedagógico” rezan los popes de la nueva sociedad: enseña a competir, a prepararse para la vida, a afrontar retos, a colaborar. “Y una mierda”, contesto yo. Pedagógico es un juego de PS3 en el que se te enseña a superar desafíos como la traición o la mentira (eso sí es pedagógico, sí prepara para la vida “real”) Que te suelten con seis años en medio de un terreno de juego, un gimnasio o una piscina, con tu cuerpo y tu mente como únicos recursos, con la presión añadida de tener que “ganar algo”, indica el sadismo en el que muchos padres se mueven (mis favoritos son los que meten al niño/a de turno en gimnasia rítmica, suelen partir de tan solo unas cuatro horas diarias de entrenamiento)
 Al menos los espartanos se deshacían directamente de los débiles. Ejercicio de coherencia.

Escucha recomendada para la lectura: Antònia Font “Calgary 88”

Nueva Ampliación del Campo de Batalla por Carlos Robles