“Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo” L. Wittgenstein ‘Tractatus logicus-philosophicus’
Observo a una serie de patéticos norcoreanos desgañitándose ante la muerte de su sátrapa, esa figura deleznable, mezcla imposible entre Raphael y Mao. Participo en las bromas y chanzas típicas de la supuesta superioridad moral y ética que me da pertenecer al “mundo libre”. Un par de nubarrones asaltan este momento de reafirmación vital: el recuerdo de centenares de miles de españoles llorando en la Plaza de Oriente al “gran timonel gallego” el 20N de 1976, en el primer aniversario de su muerte (o sea, un español puede llegar a ser más patético que un norcoreano) y la voz en off del periodista del informativo de turno que habla de la “irrealidad de la dictadura comunista”.
¿Irrealidad? ¿No es una realidad tan tangible y plausible la de la sociedad norcoreana como la nuestra? Que sea una realidad disparatada no significa que deje de ser una “realidad”, y como tal, una “posibilidad alternativa”. ¿Dictadura “comunista”? ¿Podemos calificar a esa aberración de califato seudonacionalsocialista medieval como régimen comunista? ¿Por qué desde ya hace mucho no se habla de China como “dictadura comunista”? ¿Porque admite la especulación financiera y el capital? ¿Deja por ello de ser dictadura o ha desaparecido el Partido Comunista chino? Por qué, en resumen, se obvia tan fácilmente un hecho que parece evidente: que el capital y la especulación financiera encuentran su perfecto hábitat de desarrollo en la ausencia de libertad y en plenitud del monopolio autoritario ¿Cómo explicamos si no que China va camino de convertirse en la primera potencia económica mundial sin necesidad de vivir eso que se conoce como “libertades civiles” o “democracia”?
Las palabras construyen la ficción que, por convención, llamamos realidad. Incluso en economía, sin necesidad de volver a aludir a la ficcionalidad semántica de las matemáticas financieras y de los presupuestos de las agencias de rating, TODO es ficción. Un ejemplo: si el oro es un valor refugio, lo es por convención, un “pacto” ficcional. Los economistas aluden a la escasez del producto para justificar su valor. Podríamos, entonces, elegir la caca de lince ibérico como bien refugio, por poner un ejemplo de escasez de oferta que dimensiona un valor (como ese cuadro de Velázquez, que multiplica por 100.000 su valor, siendo el mismo “producto estético”, el aura que diría Benjamin.)Y llegamos a un nuevo año. El cuarto desde que cambió todo. Año 4 después de S&P. Y, mirando atrás con ira, me pregunto ¿cuándo se decidió que había que romper el pacto ficcional? ¿Que las subprimes valían menos que la palabra de Manzano en el Calderón? ¿No eran, en origen, un producto de mierda? ¿Cuándo se las consideró “basura”? Y, sobre todo, ¿por qué?
Fuimos tan idiotas que nos creímos alguien con derecho a vivienda, familia, coche, vacaciones en el extranjero y jubilación a los 60. Pues el idiota siempre es víctima y cómplice. Yo me he hartado. Ya no creo en nada ni en nadie. Soy libre. Y sé que 2012 va a ser un año cojonudo. Insuperable (una revolución ha comenzado.)
Escucha recomendada para la lectura: Radiohead ‘Idioteque’