Esta entrada empezará en 20 segundos
que sería bueno invertir en terminar esta frase y hacer click para reproducir este audio.
1, 2, 3, 4... 6 Pieza para 4 intérpretes, de Vicent Gisbert en el LEAL.LAV.
1El pasado viernes 22 de mayo tuvo lugar la pieza de Vicent Gisbert, artista valenciano afincado en Berlin. En la línea de la entrada anterior,en el público, pocos alumnos o alumnas de artes escénicas, sea del nivel que sea, pocos, por no decir ninguno. Ay, qué mal me ha quedado esto que escribo, ¿no? Vale que por un lado sea una realidad triste, pero por otro, suena a reproche y a control, como si al ir de espectador y al redactar estas cosas que me da por escribir estuviera pasando lista, como el profesor rancio a quien nadie quiere al lado. Pero esto no va de eso. No va de control ni de reproche. Va de egoísmo constructivo y de cariño. Cariño, porque quiero que mucha gente que ya es buena en lo que hace o que pronto lo será se nutra de esto, que no se lo pierdan. Egoísmo constructivo porque cuanta más gente se influencie y crezca asimilando nuevas dramaturgias, aunque sea para rechazarlas, mas rico será el contexto en el que nos movamos, más crecerá cada persona. Por suerte, la sala estaba casi llena de un público con muchas ganas de ver este solo anunciado "para cuatro intérpretes", y a la salida las ganas se habían convertido en satisfacción colmada y cabezas llenas de ideas que llevarse para digerir largamente.
2
Haciendo un recorrido por cada punto mencionado, sin quedarnos con ninguno, sino más bien con la trayectoria de lo que hemos ido pensando y sintiendo, en tránsito, y por tanto con el mapa que la pieza dibuja, podemos dec
3 Lista de cosas que no olvidar para redactar una entrada sobre el trabajo de Vicent:
4 Cuatro
Cuando nos conectamos con nuestra escencia (sea eso lo que sea) y encontramos una verdad sobre lo que estamos haciendo o queremos hacer (o sobre el cómo, que, al fin y al cabo, revela esa esencia con signos que nos dan pistas) encontramos sin querer pequeños sentidos cifrados en la realidad más inmediata y cotidiana. De este modo, mucho de lo que aparece en mi alrededor últimamente tiene un sentido musical. Se lo encuentro y luego dudo hasta qué punto esta musicalidad suberránea existe y viene a organizar lo que observo, o hasta dónde soy yo quien musica el ruido de las estructuras que sustentan las cosas que aparecen ante mí. Toma ya. Me pregunto también si ambas cosas no serán la misma. Y en este sentido, el pasado viernes 22 dEsta entrada empezará dentro de 3 líneas.
1Entrar en la pieza que Vicent Gisbert presentó el pasado viernes no sería tan fácil si el artista no nos invitara tendiéndonos la mano. El intérprete irrumpe en un espacio casi vacío, como la hoja en blanco que solo contuviera los apuntes a partir de los que la pieza fuera a ser realizada. Sin embargo, esa impresión de boceto no se corresponde con este trabajo. Tampoco podemos decir que sea falsa: nadie nos ha advertido que, efectivamente, el acabado estético de la obra vaya a ser el abocetado, todo depende de lo que cada persona proyecte para completar el juego escénico que Vicent plantea y de la fe con la que cada una crea en sus propias proyecciones. Un solo así, sin palabras (las únicas, en vídeo, anunciando lo que pasará a continuación) y de acciones claras y simples, realizadas con la limpieza y concreción de un humanoide, necesita de varias cosas para arrancar. Pero antes de recorrer ese sendero hacia la luz, o de una luz a otra, dejo un enlace que podría ser la banda sonora de esta entrada.
Flexos. Líneas blancas. El intérprete se calza junto a uno. Recorre la línea recta que va de ahí al fondo de la escena varias veces. Permanece al fondo por fin, de espaldas, mientras se proyectan textos que nos cuentan qué está por pasar en la pieza. Una vez acabados, retrocede lo andado. Se descalza. Lo que hemos leido ocurre. Hasta que deja de ocurrir. Seguimos la línea de acciones que realiza con la misma meticulosidad, tratando de descubrir en ella lo que el mensaje del vídeo nos ha revelado. O creyendo encontrar patrones que unan esas acciones a las que vimos antes. Pero es cuando dejamos de querer ver lo que se nos ha prometido cuando casi mágicamente ocurre. Y ocurre que en este juego de espectativas, en este decirse de la pieza, que va agudizando la mirada y haciéndola más meticulosa y exigente, justo ahí, nos hemos enganchado. Sabiéndolo o no, hemos tomado la mano del artista, nos hemos calzado, hemos recorrido un camino que a él lo lleva del flexo a sus proyecciones de vídeo, de una luz a otra, y a nosotros de nuestro asiento al interior de la escena y su particular universo.
1
Los vídeos que Vicent utiliza en su pieza son de una exquisitez esencial. Muchas veces se pasa en escénicas por el debate "vídeo sí, vídeo no". Esta pieza está fuera de esa discusión. Es una obra audiovisual donde el concepto del artista se ha proyectado desde su centro creativo a cada uno de los elementos que forman parte de ella. El sentido es uno, y ver e ir comprendiendo las distintas traducciones de ese concepto en la proyección de vídeo, la distribución en el espacio, el cuerpo, la temporalidad o los objetos y su uso es un auténtico placer al alcance de cualquiera: el espectador se vuelve cómplice y al ir descubriendo la cantidad de rimas internas que juegan en el entramado de capas superpuestas que conforman este trabajo se siente inteligente y satisfecho. Claro que desde esa complicidad también es manipulado y engañado. Pero todas esos giros y caidas en la decepción o la incertidumbre, una vez sentada la complicidad, son como las bromas que te gasta un amigo en el que uno ya confía.
En la pantalla aparece un cuadrado. Luego otro menor. Del pequeño se extienden cuatro líeas que alcanzan al otro. Siempre es lo mismo. Hasta que no lo es. Hay una mínima variación y debemos esperar otra secuencia, otros cuatro compases de cuadrados y líneas para ver si esa variación se mantiene o ser rompe. Finalmente, los vídeos son coreografía, y sus cuadrados, cuerpos en el espacio. Cuadrados que contienen el cuerpo de Vicent, cubriéndolo hasta el cuello, dejando su cabeza fuera. Su cabeza fuera.
De pronto, en los vídeos entra lo orgánico. Un atisbo de algo natural tras tanta geometría, tras algo tan sintético. Del blanco de un cuadrado se van velando sombras de ramas de árboles. Pero la imagen no termina de cuajar, de hacerse clara. Como si la propuesta se realizara en un búnker y la primavera ocurriera fuera e intentara entrar por debajo de una puerta que no va a ser abierta, aunque quisiéramos que sí. Y ahí, de repente, entre geometría, secuéncias sintéticas y movimientos repetitivos, empieza a jugar inesperadamente nuestro deseo.
Muy inteligentemente también, Vicent Gisbert, tal vez sin saberlo del todo, ha tenido la finura de trabajar el espacio físico de la escena como si de un vídeo se tratara. Ha editado un trabajo escénico. Al interactuar con algunos objetos (una botella de cristal, un par de tablas de madera) dispara audios que reproducen cristales rompiédose o madera cayendo. En el viaje que realiza entre diferentes puntos (pantalla, flexos, cuadrados en el suelo, el espacio de la botella...) en esa supercoreografía, disocia estos sonidos de sus acciones, sonando sin que éstas se produzcan o haciéndolo inesperadamente al reproducir la acción pero sin interactuar físicamente con los objetos.
Esta entrada acabará cuando aparezca un dibujo del artista de los cuadrados que vimos proyectados.
2Al abandonar la sala estaba cansado. Era un cansancio bueno, del de después de los placeres. Lo que acabábamos de ver daba para mucha reflexión, pero se nos había invitado a ella sensorialmente. Siempre resulta curioso ver cómo un artista le hace una llave de judo al lenguaje y desde dentro del mismo es capaz de pervertirlo para contar otra cosa, para que el lenguaje confiese, y hable de sí mismo, para que inventemos otro entre todas las personas y que sea válido durante un rato. No pensé en referentes escénicos para dibujar la sensación que tenía. Aunque no tenga sentido, pensé que lo que acababa de ver era como si Autechre hiciera una versión de Steve Reich. Porque agradezco infinitamente una libertad creativa tan coherente y porque se agradece en trabajos de este tipo, de un minimalismo frágil y reducido a lo más pequeño, para que luego esas pequeñas estructuras se mezclen con una lógica casi de fractales creando una estructura mayor. Ese minimalismo que se retuerce en cadenas de serialidad.
3 cuatro
Los cuatro intérpretes que la pieza nombra son un equívoco. Unas veces sus acciones están presentes, realizadas por Vicent. Otras, solo está la consecuencia de las mismas (algo que suena o un flexo se enciende sin que nadie lo toque). Por otro lado, ya vimos que los cuadrados y su movimiento son actores. Pero son un equívoco porque lo es el buscarlos en el trabajo. Eso haría perderse el propio trabajo.
Sin duda, la mayor parte del público estaría dispuesto a ver la pieza de nuevo, sabiéndo ya a qué se expone en ella, para disfrutarla doblemente y profundizar en todas estas capas de las que es difícil hablar, pues estan siempre en interconexión. Pero otra cosa que pensé al salir es en el contexto, en cómo me gustaría ver lo mismo fuera de un entorno escénico. No en vano, ya dijimos que la obra parece una edición de vídeo en escena, una instalación intervenida por el cuerpo del intérprete magníficamente aséptico que sigue pautas muy marcadas. Me imagino por eso el impacto y la recepción que causaría en la sala blanca y aséptica de un museo, encapsulada más en ese bunker que nombramos.
En el mismo sentido, pienso en qué podría pasar si, ya que no es ese el contexto donde se nos ha mostrado, el intérprete, sin perder esa magnífica ejecución, estableciera una relación mayor de complicidad con el público. No por que piense que es mejorable, sino por curiosidad. Los parámetros performativos para esta propuesta están más que claros. Esa mano, esa ayuda para entrar nos es dada desde el principio. Pero el espectador contempla lo que sucede y participa, se implica y es cómplice con la mirada. Sin perder de vista ese sentido de performatividad, ¿qué ocurriría si el intérprete estuviera más con nosotros, si entráramos más al corazón aséptico de lo que se nos muestra? ¿O es el público como esa primavera velada que quisiera entrar bajo la puerta y no consigue ser sino una sobra proyectada?
Tal vez esta pieza esté tan bien acabada que el tiempo en su interior no transcurra, o no sea el mismo que fuera de ella. Y si lo orgánico acabara por entrar del todo, siendo más que una sombra, entraría también otro tiempo y con él el devenir que acaba con cualquier frescor. Y este trabajo permanece crípticamente embalsamado en sí mismo, consiguiendo hacernos reir, porque nos hace gracia que cuadrado grande + cuadrado pequeño = rectángulo vertical, aunque no sepamos por qué.
Créditos:
Gracias a Vicent, a Isabel, a Autechre y a Steve.
Haciendo un recorrido por cada punto mencionado, sin quedarnos con ninguno, sino más bien con la trayectoria de lo que hemos ido pensando y sintiendo, en tránsito, y por tanto con el mapa que la pieza dibuja, podemos decir que entrar en ella se parece a la metáfora que plantea un laberinto de espejos. Un entramado de pasillos que reproducen la misma escena: en sus bordes se refleja constantemente el que mira, por tanto su mirada se pierde en busca de un referente externo para no perderse. Pero no es exactamente así. El entramado de pasillos no es idéntico, la escena no es siempre la misma, la colocación de los pasillos y su distancia tiene variaciones. Por eso a medida que nos perdemos, que nos permitimos cada vez más perdenos de verdad, vamos comprendiendo el significado de