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“Amo demasiado a mi país para ser nacionalista”
Albert Camus


El nacionalismo, como la religión, odia a la inteligencia. El ‘otro’ genera inseguridad, rompe la uniformidad, es culpable, muestra nuestra incompletud, da luz a nuestros complejos. Las revoluciones se derrumban cuando se ‘nacionalizan’ (la Francesa, la Soviética)

El nacionalismo es inevitable. Como seres que vivimos en-el-miedo todos somos nacionalistas, racistas y xenófobos. La sociedad global que, presuntamente, iba a acercar y romper las barreras sociales y culturales, ha hecho posible la implantación de modelos de miedo y terror a lo desconocido o lo novedoso que nada tienen que envidiar a los medievales.
El nacionalismo canario vive hoy su pubertad. Le ha declarado la guerra a su ‘otro’, al ‘godo’. Es una guerra edípica, una relación de amor-odio, similar a la que el hijo siente hacia su padre cuando se hace hombre. No hay sitio en esta cama para dos. Pero no se puede vivir sin ese ‘otro’, que hace posible descargar las propias miserias y culpabilidades (“mi padre me arruinó la vida porque me obligó a estudiar esta mierda de carrera”, etc., etc.). Sólo así se entienden disparatadas portadas de nuestra prensa en la que se combinan “ultimatums” separatistas a la metrópoli con loas al ejército español. Los nacionalismos, surgidos de ese recelo, de ese temor, de ese miedo, que desemboca en odio hacia el ‘otro’, se estancan en esta fase, en la que se enfangan en una interminable cadena de odio y, a veces, de violencia. No es de extrañar. Conozco pocos adultos que hayan dejado de ser adolescentes. Yo no lo he conseguido.
El Carnaval, supuestamente, es la época de romper las barreras. En el Carnaval caribeño los negros comenzaron a impregnarse la cara de polvos blancos para, por un día, parecerse al blanco y parodiarlo (lo que no deja de ser una derrota). Siguiendo este ejemplo, y buscando romper con una brecha cada día más peligrosa, estos carnavales me voy a disfrazar de godo. Aunque antes, sin la globalización, habría sido más fácil. Habría bastado con tener aspecto de director de banca o cargo público intermedio-alto. Espero, a su vez, encontrarme algún godo disfrazado de canario: cualquier tipo malencarado, cabreado con el mundo y cagándose en su situación, sin poder ver que él es el dueño de su destino, que eso es lo que significa hacerse mayor. 

Escucha recomendada para la lectura: ‘Zoubi La Mouche’, Les Negresses Vertes

Ampliación del Campo de Batalla