'Juegos con cicuta', de Bypass Teatro. Jose Carlos CamposEspacio Guimerá (S/C), 7/2/15Crónica de Jordi SolsonaFotos: prensa Bypass
El muchacho acabará en televisión. Puede que en Gran Hermano, incluso. Eso es lo que vi en la sala pequeña del Guimerá: un episodio de Gran Hermano. Es decir, la realidad distorsionada; realidad sí, pero de andar por casa, fabricada para consumidores compulsivos.
Menudo esfuerzo el de José Carlos frente al público. Tremendo. Ocurre que demasiado fácil. Sin riesgo. Escudándose en las canciones para mostrarse. Tengo la sensación de que el protagonista simplemente desea exhibir el repertorio de todo lo que sabe hacer. Un acto onanista en el que no queda espacio para el teatro. Algo de cabaret. Pero poco teatro. Porque la dramaturgia tampoco ayuda. De nuevo los tópicos de siempre. Además con argumentos peligrosos, como presuponer que una infancia invadida por el poder paterno te arroja a una vida al límite. Bueno, lo del límite es un decir, porque el actor no llega nunca, se queda lejos del extremo. Nadie en el espectáculo me supo llevar hasta el vértigo del borde del abismo. El colmo de lo previsible llega con el número de Liza Minnelli, sí, el de la silla. Bueno, tal vez se supera con el numerito a modo de la película 'Lunas de hiel'.
Hablamos de masoquismo, del marqués de Sade, de la sutil frontera entre el placer y el dolor. Del consentimiento y la búsqueda. De una vida por los senderos del perdedor. Pero qué lejos queda el espectador del sufrimiento, de la angustia, o del placer… ¡Qué lejos! Cuando veo algún cachito de Gran Hermano, no me lo creo. Me pasa lo mismo con 'Juegos con cicuta'. Bueno, sí hubo un atisbo de realidad, un milisegundo: cuando el protagonista dedica una canción a su padre, ya muerto. Eso sí sonó sincero, tan sincero que dudé si José Carlos se la dedicaba de corazón a su propio padre.
El público sigue el espectáculo con interés. Coge la bolsa de papel que viene con la entrada y… Bueno, para eso tendrán que ir a ver la obra. Aplaude las canciones, sonríe cuando debe, mantiene erguido su esqueleto sobre la butaca (sillas en este caso). Todo eso ocurre. Estamos ávidos de entretenimiento. ¡Pero es que también nos asomamos a la pequeña pantalla para ver 'Sálvame de luxe'! Y mira que el público del Guimerá tenía ese aire de inteligente que anticipa la posibilidad de asistir a un evento de esos que te hacen pensar y, tal vez, descubrir algún tesoro oculto. Pues no, de tesoros nada. ¡Cuánto hubiera deseado ver a José Carlos dejándose pellizcar hasta que el voluntario o la voluntaria fuera incapaz de ir un poco más allá!. O a José Carlos susurrar al oído de cualquiera de nosotros, ávidos de emociones, propuestas tan repugnantes que provocaran náuseas. Nada de eso. Simple y previsible cabaret, con una historia muy poco emocionante.
Cogí la bolsa y no salí corriendo. Pensaba en una nueva oportunidad desaprovechada. Hago esta crónica mientras echo algún vistazo a la gala de los premios Goya. Entre línea y línea mi mente intenta averiguar qué hacer esta noche para que pueda…