La guerra, definitivamente, ha estallado. Y esta guerra se va a librar en muchos frentes y batallas que, en la mayoría de ocasiones, ni nos enteraremos son tales. En 2015 se va a decidir, no solo una nueva configuración electoral, sino también el devenir histórico de este país para los próximos 30 o 40 años. Y ante esta situación, se va a poner en funcionamiento toda la maquinaria de distracción ideológica posible por parte de un conjunto de fuerzas poderosísimas.
En la medida en que seamos capaces de 'ver más allá' y entender lo que está en juego, se podrá obtener un éxito más o menos parcial en el objetivo que es un viejo deseo de algunos: que España se acerque, al menos, a ser un estado liberal, burgués y democrático, comparable de verdad a sus socios europeos y occidentales y deje de ser esa amalgama de pandereta antiilustrada nacional-católica y adalid de la picaresca y el cuento (algo así como la imposible mezcla perfecta entre Polonia, Italia y Rusia que es en la actualidad). El auge de Podemos solo puede entenderse, aparte de por el evidente estado de desesperación material de muchos, en la medida en que es la única propuesta política que incide en un cambio sistémico, más cultural que político. Un mensaje que lo acerca, en realidad para disgusto de algunos de sus fundadores, simpatizantes y detractores, más a un Ortega y Gasset o a un Joaquín Costa que a Lenin o Bakunin.
Uno de los problemas endémicos de este país en este sentido es no solo haber sufrido unas oligarquías analfabetas, sino también de haber sufrido de una 'progresía ilustrada' frágil y corta de miras con muchas vergüenzas que ocultar (véase Alfonso Guerra como uno de sus más evidentes ejemplos). Y este error se repite una y otra vez. Por eso nuevamente mi disgusto al observar cómo muchos de esos que pretender cambiar esa realidad se ufanan y vitorean en el espacio virtual de las redes sociales la amenaza de cierre de 'Sálvame' en Telecinco, como un triunfo de la cultura y la razón frente a la barbarie y la “telebasura”. Es este uno de los primeros frentes abiertos y ante los que hay que protestar, elevar la voz y 'mirar más allá' para ser capaces de poder situarse y evitar caer en viejos errores:
Primero: Cualquier cierre de un programa de televisión, debería ser considerado (si de verdad se considera uno descendiente de la ilustración liberal y no de la despótica) como un atentado a la libertad de expresión. Y eso es un hecho muy grave. Porque, siguiendo esa misma línea, ¿qué es lo que permite calificar a 'Sálvame' como telebasura? ¿Su contenido? Porque su continente y edición son absolutamente brillantes. Y si son los contenidos los que son basura, eso debería hacernos pedir el inmediato cierre de todos los programas con tertulia política en los que la intervención de mentes preclaras como las de Rahola, Nart, Inda, Ramoncín, Maruhenda, Rojo entre otros muchos, hacen que Rosa Benito y Kiko Hernández parezcan Susan Sontag y Michel Foucault en animada y brillante discusión. Y no me vengan con lo de los horarios infantiles, otra de las pruebas de la visión franquista del mundo en el que nos movemos todavía por aquí. Muchos en la izquierda y derecha de este país quieren hacer todo lo posible para que sigamos en 1975. Es lógico y triste a la vez.
Segundo: Más importante si cabe es entender cuál es la verdadera razón que está detrás de este conflicto de poder. Algunos han señalado acertadamente a la clave política para poder entender este tipo de represalia. Estaríamos ante una venganza del gobierno del PP ante determinados medios a los que se les habría ido la mano en su crítica hacia determinados casos de corrupción y apoyo a Podemos en determinados programas del grupo Mediaset. Algo así ya ocurrió a principios de legislatura, cuando, tras la fusión de A3 y La Sexta en A3 Media, se sugirió la posibilidad de cancelación de esos dos bastiones antiPP que son y han sido 'El intermedio' y 'Salvados'. De hecho, el todopoderoso jefe del grupo y de la editorial Planeta, José Manuel Lara, hombre del viejo régimen, parecía desesperado por poder tomar la decisión. Pero, al final, esta no se tomó. Probablemente, entre otras razones, porque convenía dejar una cierta sensación de pluralidad a la vez que permitir la concentración del espíritu crítico contra el gobierno en determinados programas que ya tenían marcados de antemano su 'target' y público objetivos. En otras palabras, el espectador de 'Salvados' es, 'a priori', un voto perdido para el PP, no tanto para el PSOE o IU, y de ahí que, en esa estrategia del desgaste de la oposición, esos programas hayan venido incluso bien al gobierno.
Pero la situación es radicalmente diferente en el caso de 'Sálvame Diario'. Con casi tres millones de espectadores, su 'target' se compone en gran parte de gente mayor, jubilados, sin otra cosa mejor que hacer que sobrellevar la soledad a la que se ven abocados con el relato diario de cuatro horas de los cotilleos internos y externos que alimenta el programa. La brillantez de los creadores de 'Sálvame' reside en haber creado un 'mundo posible' que gira en torno a sí mismo y en las miserias del ser humano en la sociedad española contemporánea. En el fondo 'Sálvame' es un heredero posmoderno del realismo narrativo folletinesco. Como los relatos dickensianos o galdosianos, 'Sálvame' construye un adictivo relato narrativo de esas miserias humanas, que ha enganchado a ese sector poblacional. En el fondo, 'Sálvame' es el Facebook de los mayores que no pueden ya incorporarse al entorno de las nuevas tecnologías.
Y es en este contexto donde hay que entender este ataque al programa. Precisamente, una encuesta de Sigma2 para Mediaset, señalaba recientemente que el único sector poblacional que todavía muestra un apoyo directo en voto y simpatía al PP y, sobre todo, a la figura de Rajoy, es el de los mayores de 65 años. Hay ahí un par de millones de votos en juego que, tal y como están las cosas, van a ser decisivos para que el PP, pueda ganar las próximas elecciones. Determinados últimos acontecimientos en el desarrollo del programa, como la famosa llamada de Pedro Sánchez a 'Sálvame' por la cuestión del maltrato animal, que hizo que Jorge Javier Vázquez confesara ser simpatizante y votante del PSOE, junto con las crecientes críticas vertidas en el programa por los colaboradores del programa (algunos históricos simpatizantes peperos como Mila Ximénez) en contra del generalizado estado de corrupción del país (con especial atención al caso Pantoja y las cada vez menos veladas acusaciones de connivencia y 'mirar para otro lado' entre gobierno central y Junta de Andalucía en el caso Malaya como en tantos otros) y que, para pavor de Arriola y los suyos estarían haciendo más mella en el vivero de votos del pensionista en los últimos meses que el 'excitante' discurso de ilustres miembros de la oposición, parecen haber precipitado la toma de decisiones a la hora de quitarse un programa cada vez más incómodo. La coartada de los niños o la libertad aparecen, “comme d’habitude”, en la creación de la pertinente cortina de humo.
Por tanto: si de verdad crees estar concienciado/a en la dimensión de lo que se nos viene encima y te crees heredero/a de esa corriente de pensamiento basada en el ideal de la dignidad y la libertad humanas a través del uso de la razón, la inteligencia y la cultura como elementos de progreso y bienestar, mejor será que todos nos pongamos a hacer de una vez el esfuerzo de 'mirar más allá' y descubrir y señalar dónde está el verdadero enemigo.
En ningún momento yo lo he visto en 'Sálvame'.
Feliz 2015.