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“Stalin tenía cosas interesantes”. Michel Houellebecq. Para una nación civilizada que hay en el mundo (junto a Escandinavia y poco más, ojo, hablamos de naciones, no estados) va y les toca estar encima de una falla de tres mil pares... Si algo he sacado en claro de los sucesos de estos días es que hay mucho cobarde irresponsable suelto. Gente que no debería tener derechos que implicaran responsabilidades individuales ni sociales (voto, paternidad, etc.) ¿A qué viene ahora ese pánico por algo que es absurdamente evidente? La energía nuclear proporciona ventajas económicas a cambio de un riesgo INELUDIBLE. Mi respeto tanto para los ‘pro’ como los ‘anti’ nucleares de antes de Fukushima. La manada de tabobos de variable opinión según la tragedia del mes deberían quedar excluidos dentro de los baremos de una estadística seria. Serán los mismos que, dentro de unos meses, estarán alarmados por vete a saber qué coño amenaza incierta que ponga en peligro no sé qué leches en cualquier parte del mundo, o al planeta entero, a la vez que, dentro de su imaginario del miedo, el pánico y el temor, ya se habrán olvidado de que algo habrá que hacer y decidir (y asumir) con respecto a esos sitios donde trabaja Homer Simpson (Matt Groening es un visionario contemporáneo, un cronista mayúsculo). Otra lección que no terminamos de entender (y eso nos está costando mucho dinero, sufrimiento y bienestar) es que la política y los gobiernos son entidades sin sentido en la sociedad contemporánea y futura. Dentro de mil años (si Homer lo permite), los historiadores echarán la vista atrás y se preguntarán “¿cómo esos imbéciles no se daban cuenta de algo tan evidente?”, lo mismo que nosotros pensamos sobre el hombre medieval, convencido de la divinidad de su rey y de la planicie terráquea. Los casos de Bélgica (un país que funciona igual desde hace meses y sin gobierno), el tradicional de Italia en la segunda mitad del siglo XX o el colmo inoperante del gobierno japonés tras el terremoto (más eficaz la Yakuza, las mafias son asociaciones que enlazan perfectamente tradición premoderna colectivista y egoísmo contemporáneo). Si, al final, va a ser una compañía privada llamada Tokio-no-sé-qué-carajo Inc. la que decida el futuro de millones de personas (o de un planeta entero) ¿Por qué no les damos el poder EXPLÍCITO de una vez a ellos? En eso estoy con los neoliberales, o si no, con el nacionalcapitalismo chino en el otro extremo. Todo lo demás son irresponsabilidades y jugueteos en tierras de nadie para perder un tiempo que no tenemos. Como la superjueza mexicana que se fue acoquinada por la puerta de atrás al comprobar la verdadera realidad de las cosas. Esas que no se enseñan en la facultad, ni en la NHK. Escucha recomendada para la lectura: At The Drive-In “Invalid Litter Dept.”Ampliación del Campo de Batalla, por Carlos Robles