Le pregunté a un amigo del primo de un colega que si conocía algún grupo canario. Me atreví a preguntar porque el tipo me aseguró que la música era su vida y que sin ella no podía vivir, o algo así de cursi. “Claro”, me dijo, “pero todos son malísimos” y se echó a reír el nota. Ufff!, Yo que me sentí más canario que nunca lo invité a continuar, para ver hasta dónde aguantaba sin soltarle una trompada. -¿Y qué grupos has visto u oído? -lo interrogué con sutil ignorancia. El amigo del primo del colega, que a estas alturas ya lo llamaba primo, nombró un par de bandas que muchos conocerán. La Alacena, que es un curradísimo y eficiente tributo a Héroes del Silencio, Los Salvapantallas, que es un super grupo de versiones y Vetusta Morla. -No hombre, será La vieja Morla -le corregí. -Eso, eso.... -¿Y no conoces a Efecto Pasillo? -pregunté, sabiéndome entendido. -Claro -me dijo. Y se puso todo loco a cantar ‘Camina, cada paso tuyo a mí me contamina...’ -Pero estos... ¿también son malísimos? -No -me contesta encendido-, Efecto Pasillo son la caña. Poco después me rendiría ante su respuesta con una sonrisa. El nota había dado en el clavo. De vuelta a casa me quedé pensando en la estúpida cara de felicidad que se le puso al tipo mientras cantaba aquellos primeros versos de ‘Pan y Mantequilla’. Y esa noche en mis sueños veía millones de personas con el careto desencajado de alegría cantando canciones de GAF, de Brutalizzed Kids y de Pumuky. Sí amigos, fue una pesadilla.
¿Se han preguntado a cuánta gente habrá hecho feliz el ‘Pan y Mantequilla’ de Efecto Pasillo? Tranquilos, no hagan cálculos ya los he hecho yo. El resultado es muy aproximado al que provocó ‘No hay dos sin tres’ de Cali y el Dandee, es decir un buen montón de peña. Y sin mucha más matemática pronosticaría que la suma coincide en número con otras grandes epopeyas sonoras como el ‘Corazón Partío’ o ‘No hay marcha en Nueva York’. Esto… ¿y qué fue del indie? Eso no me lo pregunten a mí, respóndanse ustedes. Estaría bien abandonar este mundo colmado de felicidad, pero con sobredosis. Sabiendo que la suma de todos tus buenos momentos sobrepasa con creces a la de tu peor enemigo. Ese sería otro gran motivo de alegría. Pero ya saben cómo va esto, ¿no? Ocurre como con el dinero, ¿para qué lo necesitas en la otra vida? La felicidad es un mito, como el talento. Siéntase una minoría y disfrútela hasta el día del juicio.