Me apetecía quedarme hoy en Los Realejos y dejar a Reymala y “Las bodas del Capitán” para nueva ocasión (y eso que tengo muchas ganas de ver su espectáculo). Cuestión de prioridades: tenía una asignatura pendiente con las muchachas y los muchachos de Tuteteatro, pues hacía muuucho tiempo que no los veía. Quería estar en su estreno de las cinco piezas de Alfonso Zurro, versionadas y dirigidas por Manolo García.
Acerté. Apunten un nombre: Nathaly Cruz Rivero. Su interpretación de la niña con la nariz larga me traspasó de la cabeza a los pies. Hay otros nombres que irán tomando cuerpo, vaya si los hay, pero me quedo con Nathaly. Es ya una realidad. Hermosa. Era Cleopatra, vaya si lo era. ¡Cuánto me gusta sentir eso en el teatro! Vivir en el personaje, ser el personaje, eso es lo que consigue Natahly.
En las catacumbas de la Casa de la Cultura radica una sala multiusos con un escenario algo escaso. No importa, ahí he podido ver grandes obras, grandes interpretaciones. Hoy, por ejemplo, he visto la vida que empuja con fuerza desde muy temprano. Salgo unos años más joven. Las cinco piezas de Zurro destilan anarquía. ¡Qué bueno! Me reconforta aún más saber que ese brebaje tiene su origen en la ESCUELA PÚBLICA, en un pueblo que la derecha más rancia gobierna en mayoría. Cosas del sistema, que tiene sus propios pulsos vitales. Por eso Wert desea enterrar este modelo educativo, es muy peligroso para la gente como él. La juventud que hoy habitó las tablas del teatro, es el germen de los nuevos movimientos 15M que serán necesarios en el futuro si el planeta no toma otro rumbo. Sí, Wert: salen de tu escuela pública. Y claro, no hay Jorge Fernández Díaz, por más ministro del interior que sea, que se atreva a entrar con las porras a disolver tanto júbilo y tanta libertad, que ganas no le faltan.
Esta noche soy feliz por ese y otros motivos. Porque es delicioso comprobar cómo le temblaban las manos a un par de actores por los nervios de estar ahí arriba. También porque es impagable contemplar a la exquisita Lunarito y su buen hacer. Emociona igualmente saber que la escenografía (Manolo siempre acierta, siempre) la construyó el herrero del pueblo y la costurera. Tampoco tiene precio escuchar cómo voces con tanto temple decían a la perfección sus textos (tiempo habrá para que los asimilen y les salgan, no de la cabeza, si no de las tripas). Es hermoso vivir cómo una docena de chicas y chicos utilizan sus cuerpos y entrenan sus habilidades, más allá del horario escolar, en pleno bullir hormonal, para darse al público como lo hacen. También me emocionan argumentos como los del autor, ideales para el ejercicio temprano del teatro, una sátira despiadada al lado oscuro, y al otro también, del género humano.
Caso aparte merece Manolo, el director. Su trayectoria, su dedicación, su fondo inagotable desabiduría clásica. Su anarquía sistémica y casi obsesiva. Admiro esa entrega, y su talento para la dirección de actrices y actores. Es un Gurú.
Y si hablamos de teatro, acabo de contemplar a un “manojo” de personas cuyo talento seguro llegaré a saborear en el futuro. Saben moverse y saben actuar. Algunas gemas preciosas hay, tanto en masculino como en femenino. Las piezas se acompañaban a ritmo de rock en directo, cuya banda alternaba la guitarra, el bajo y la batería con los distintos papeles del reparto. Un recurso perfecto para los cambios de historia. Un complemento bien elegido didácticamente, porque suma capacidades y dota de recursos.
Ay… Sí… El teatro. Lo de esta noche ha sido como una golosina que deseas desde hace tiempo.Tuteteatro me dio la golosina. La degusté con fruición en mi butaca de primera fila. Teatro, el pueblo… Lo de hoy es un ejemplo de cómo la juventud puede hacer pueblo brindándole instrumentos lúdicos y, al mismo tiempo, ejemplares. Teatro vital, reaccionario, que corre por las arterias más sanas del territorio.