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Se observa después de los resultados del 20D un estado de cabreo en parte de las filas del pensamiento clásico de izquierdas (del de derechas no hablo, pensamiento y derecha política es un desesperante oxímoron en este país). Andan desubicados algunos, con recelo. Un perfecto ejemplo sería este reciente artículo de mi más que respetado Javier Cercas sobre el fenómeno podemita. Son gente brillante pero pecan de algo que define lo español: la visión patriarcal por un lado ("Ya te lo dije, mira que eres...anda vete a la cama ya...que luego pasa lo que pasa") y, por otro, la creciente incapacidad para entender que, debido al imparable y geométrico progreso tecnológico, la realidad vive una revolución (no política) sino global. Es lo que sucede en todos los departamentos de los centros educativos en la actualidad: profesorado totalmente abatido, sin saber qué hacer ("Los chicos no son capaces de expresarse ni comunicarse, por mucho que hagas". Yo los miro a veces con ternura y otras con cierta desesperación. No son capaces de asumir lo que hay. Se ha roto la visión jerárquica y lineal de las cosas, propia de la era industrial burguesa (cuarta revolución industrial se ufanan en proclamar ya en Davos estos días), y eso se ha trasladado a todo al marco social, político, económico y cultural (el banquero abofetea al político en público, el adolescente no es capaz de escribir cuatro líneas seguidas con coherencia pero sí de hiperenlazar cualquier texto, casi nadie podría leer "Guerra y Paz" sin perder los nervios a estas alturas) No es mejor ni peor. Es lo que hay, es algo nuevo, diferente, y ya está. Lo dramático es que encima explican a Darwin en clase sin haber entendido un carajo. 
Podríamos nombrar ahora a Bauman y lo de la modernidad líquida y dar ya por zanjado el asunto, pero creo que hay que pasar de la cita o la idea posmoderna a la asunción coherente y sincera de esa realidad. Alejarse de la queja, de la reacción, el conservadurismo o el nihilismo de salón. Quiero creer que en este país hay un sector de población que ha entendido lo que hay y que ha actuado en consecuencia políticamente a través de su voto. Si el tercio de población que está debajo o en torno al umbral de pobreza y riesgo de marginación social, hubiera actuado con conciencia de clase (sic) Podemos (o en su defecto Unidad Popular) hubieran obtenido más de 10 millones de votos de calle y, ahora mismo, Federico Jiménez  Losantos, Sánchez Dragó y Arcadi Espada estarían atrincherados en la División Brunete amenazando con el harakiri cuales Mishimas de la Piel de toro, ante la inminente llegada de la horda roja bolchevique y bolivariana, jaleada por mugrientos sans culottes abrazados a independentistas y cualquier otro tipo de lumpen humano. Pero me da la sensación (y espero que así sea) de que gran parte del voto a Podemos ha venido de la desesperanza cómplice y no de la esperanza o la ilusión en una utopía inverosímil, y quiero creer que el sector inteligente de ese partido-movimiento lo sabe, solo que interpreta un magnífico papel de aglutinador de muchas energías montando castillos entre el aire y la tierra.
Digo esto porque espero que haya una base suficiente en el voto podemita que entienda que NUNCA va a llegar al poder y que, sin embargo, eso no es ningún problema, al contrario, es una opción magnífica. Pensemos en la Unión Soviética. Nunca me hubiera gustado vivir en ella, pero le debemos al PCUS y al miedo al comunismo las grandes cesiones y conquistas del movimiento obrero en las democracias occidentales. No es casualidad que el derrumbe del bloque comunista coincida con el advenimiento del blizkrieg neoliberal vía Escuela de Chicago. 
Podemos tiene la oportunidad de convertirse en una especie de PCI del siglo XXI, ese partido que, a pesar de llegar a tener un 32% de voto, jamás pudo gobernar en Italia, pero que, aún así, marcó sus designios  durante muchas décadas. Hay que recordar que cuando el primer ministro cristianodemócrata Aldo Moro vio la luz y dio un paso para acercarse a ellos, acabó con un tiro en la nuca en el maletero de un coche en Roma. Era algo demasiado bonito y perfecto. Lo mismo que el caso de Allende, por poner otro ejemplo de momentos en los que se ha estado a punto de demostrar que la combinación de cordura, solidaridad, libertad y justicia son propuestas peligrosamente cercanas.
Como no le deseo a Iglesias o Errejón tan infausto destino, espero que consoliden un proyecto político absolutamente necesario para concretar las urgentes reformas que necesita este país desde una oposición fortalecida. Cuentan con todo mi apoyo (y creo que el de unos cuantos millones más) durante un cierto tiempo, a pesar de que tengamos que soportar canciones infumables a cargo de Monedero, que rechacen el himno de Joe Crepúsculo, postureos varios, exaltaciones libertarias de 2º de filosofía, soflamas anticapitalistas (de esas que lo peor es que te la crees) y el silencio ante la ignominia que supone reunirte con líderes políticos que visten chándales tricolores. 

Una apuesta a caballo perdedor