'Pintura Estúpida'

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Cuando la imagen forma parte del lenguaje que compartimos en internet mediante gifs, memes, emojis y stickers en una comunidad que tiende a la hipersaturación, se genera una histeria colectiva. Este fenómeno resulta ser una necesidad casi imperiosa, alimentada de las proyecciones del “Yo” mediante la autorepresentación facilitada por el selfie. Lo que se busca con ello es una quimera basada en libros de autoayuda y los discursos de marketing de las charlas motivacionales. Lo que se consigue es una apariencia de felicidad estática y prolongada a lo largo del tiempo que se empieza a perder desde el primer Like. Así pues, de todas estas imágenes que intentar estar perfectamente articuladas, surge una nueva “raza aria” de Internet: Los influencers. Que no son más que una representación de nosotros mismos convertidos en un producto que se sustenta en el “Do It Yourself” y el canibalismo social, viviendo en una realidad que nos ha superado. La propia fotografía dentro de las redes sociales supone una representación más cercana a un instante en concreto. Esto contrasta con la búsqueda realizada que se nos plantea mediante el lenguaje propio de la pintura, introduciéndonos en un universo basado en el extrañamiento y la contingencia, trata de transportarnos con una pausada brusquedad hacia una realidad que se desdibuja con cada pincelada. De este modo, como autor, se formaliza un intento de deconstruir su propia imagen, reflexionando indirectamente sobre su misma condición como consumidor, actor y miembro en las mismas redes sociales, exponiéndose deliberadamente dentro de un contexto propio y, al mismo tiempo, compartido. Las imágenes que se generan mediante la pintura entran en juego con el espectador en un acto tan salvaje como recatado; cargado de ironía. Es aquí cuando aparece la imagen del héroe, más cercano a las figuras de guardián y vigilante, que parece ser consciente de su propia condición, resultando ser un personaje burlesco y sarcástico que se mimetiza con el entorno que le ha sido asignado. La búsqueda desesperada por sentirnos identificados con imágenes agradables a nuestra vista, adiestrada al contenido más mainstream de las redes, hace que resulte dificultosa esa asimilación con este tipo de pintura y el contenido escogido que proyecta. Se pone en manifiesto de esta forma la “Cara B”, menos edulcorada y más fría, del usuario de internet y del contenido que surge de estas sinergias confusas que parecen mirar al abismo más extraño de la web, donde un reflejo oscuro del “Yo” nos devuelve una mirada que no logras entender e ignoras activamente y de forma consciente. Hay una agresividad que es la antesala a una violencia sustentada bajo una quietud silenciosa. Es un momento previo a un estallido fortuito e incierto: Hemos aceptado la mediocridad.

Joel Gallego