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“La esclavitud crece sin medida cuando se le da apariencia de libertad” Ernst Jünger

 

Este mes de marzo tendría que haberse publicitado en estas páginas una de las grandes citas culturales de los últimos años en las islas:  miles de personas hubieran acudido a una nueva edición del Mueca.
Desde un punto de vista de la gestión cultural el Festival presenta unos ‘outputs’ inmejorables: personalidad propia, perfecta contextualización en el ambiente sociocultural y económico de su emplazamiento,amplio seguimiento mediático, público  fidelizado, potencial expansivo futuro y blablabla.
Sólo se podía establecer algún ‘pero’ a todo ese interesante currículo y es, precisamente, de los que sufren todas las actividades culturales desarrolladas en las islas, y de ahí la inestabilidad perenne (y fomentada) de la promoción cultural y artística insular:
1.La inexistencia de una demanda ‘real’ por parte del público, ¿cuántos de los miles que acuden al Womad o al propio Mueca estarían dispuestos a pagar un abono de, digamos, 100 euros por tres días de actividades? Permítanme creer que un escaso porcentaje.
2.La ausencia de un tejido empresarial canario eficiente, que sólo se  cmpromete a apoyar engendros tipo el Tenerifito y, eso sí, si va de antemano cubierto con el respaldo público.
3.La dependencia absoluta, por tanto, de la subvención pública (esto es, política) para poder fructificar cualquier proyecto que pretenda un mínimo de alcance.
A este análisis se suelen objetar dos obviedades que no dejan de ser sino argucias demagógicas: que la oferta cultural debe estar al alcance
de todos y que la actuación pública se hace con el dinero que todos pagamos con nuestros impuestos.
A lo primero: no hay nada más alejado de este concepto que la cultura ‘per se’ y el sistema económico en el que vivimos. Si usted quiere cultura de alto standing, cómprela, y, si no,vaya montando la barricada (aunque sea en Internet, y así de paso la dejamos de utilizar para seudoligotear o ver porno).
A lo segundo: ese sobado dinero de los impuestos se entrega a las arcas públicas, gestionadas por unos señores que son elegidos cada 4 años. Si la mayoría decide poner al frente a unos incompetentes (y España, Canarias y Tenerife son sociedades incompetentes), no estamos sino ante un ejercicio de coherencia pragmática del que se deben asumir todas las consecuencias. Si es que se es demócrata, claro.
Escucha recomendada para la lectura: Broken Social Scene, ‘World Sick’

Reflexiones sobre Festival Mueca