“Entender que llegar a tener tu propio iPod es en sí mismo lo que convierte el mundo en un lugar mejor. Y eso es lo que considero tan refrescante en el Partido Republicano” Jonathan Franzen, ‘Libertad’
En cualquier improvisada tertulia de bar o cola de panadería se repiten hasta la saciedad frases de gran enjundia intelectual del tipo “los políticos son todos unos ladrones y unos golfos” o “con mi voto que no cuenten la próxima vez”. Los que más vociferan y se envalentonan suelen ser los mismos que durante años han mantenido en el poder, dándoles millones de votos, al PSOE de los ERES fraudulentos en Andalucía, al PP de Camps, Matas y Gürtel en Madrid, Valencia o Baleares, la CIU de los Pujol y Durán, por no hablar de nuestras cercanías canarias. Los mismos jetas que han apoyado durante años –mientras les beneficiaba directa o indirectamente- a toda esa manada, ahora se rasgan las vestiduras y ejercen de espontáneos próceres de la salvaguarda democrática, en un ejercicio de cinismo más sangrante aún que el que han ejercido y ejercen los políticos ahora en el punto de mira.
En dos recientes y magníficas series de televisión producidas por la HBO, y de obligado visionado, se puede obtener una visión clara de qué es la política y cómo hay que entenderla. En las dos temporadas de Roma, asistimos al nacimiento de las instituciones políticas occidentales, nacimiento que corre parejo a la formación de las primeras mafias a partir de los intereses de los gremios. La política entiende rápidamente que necesita del apoyo de esas redes subyacentes de control –y extorsión si es necesario- para poder establecer su aparato de relaciones que estructuran el incipiente imperio romano. Intelectuales como Catón o Cicerón descienden al fango y se enzarzan en la dura lucha por defender sus principios. Por otro lado, en Boardwalk Empire, Scorsese nos ofrece otra lección narrativa audiovisual para hablarnos sobre uno de sus temas favoritos: la formación de la sociedad estadounidense sobre la base de las bandas y mafias locales y su cercana relación con la política de ese país. Para Scorsese, política y mafia han ido de la mano en la conformación de las estructuras sociopolíticas estadounidenses. Nucky Thompson, el mafioso protagonista, es un tipo cabal, que trata de aplicar una lógica racional al duro mundo del hampa con su propia ética. Y aquí vamos a la raíz del problema: la corrupción no es en sí la causa del mal, es, simplemente un mal añadido e inevitable en el ejercicio del poder.
El problema reside en la incompetencia. Trasladado al caso español, la gravedad de lo que sucede en estos tiempos no es que tengamos un alto nivel de corrupción (parece que estadísticamente estamos “en la media” de nuestro entorno), lo verdaderamente alarmante (y esto se puede trasladar a muchos otros países) es que se ha dejado la política en manos de absolutos incompetentes, y eso es más peligroso que toda la corrupción posible, justo el mismo fenómeno que ocurrió bajo el mandato de Bush Jr en EEUU la pasada década. En esa quiebra reside la amenaza que tenemos por delante. Necesitamos más Nucky Thompsons y menos Muelas y Bárcenas, una vuelta a la política de los orígenes. El primer síntoma sería que el envalentonado neoanticorrupción de la cola de la panadería dejara de decir boberías.
Escucha recomendada para la lectura: The Godfathers “Birth, School, Work, Death”