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“MODERNOS. Teatro de vanguardia en Canarias”. Documental.

Teatro Guimerá - 12 marzo 2015

 

Anoche fui al teatro a ver un documental para aprender más sobre la historia del teatro de aquí. Salí enfadado. Mucho. Salí triste. Salí sabiendo lo que ya sabía, y con la impresión de que ese trabajo no servirá para que alguien aprenda. Porque se te atraganta, se te hace eterno, te aburre. Pésimas herramientas para algo que pretende ser educativo. ¿Se trata de eso, verdad? 

El jueves estuve en el TEA para ver un par de cortos. La sala estaba abarrotada. La genteaprendió cosas. Las vivió. Anoche apenas eran cincuenta personas en la platea del Guimerá. ¿Intuición colectiva? Y no vivimos nada. Sufrimos un monocorde repertorio de planos y testimonios. Lo mismo puede aplicarse a las pinceladas de teatro grabado que rellenaron, con más tedio que acierto, parte del documental. Los textos de “Tic Tac”, “Proyecciones” y “La Casa de Tócame Roque”, de Claudio de la Torre, Pedro García Cabrera y Agustín Espinosa respectivamente, no tuvieron, que se diga, la más acertada de las propuestas visuales. Resultaron más de lo mismo: pura erudición, cero emoción. Me imagino a Claudio, Pedro y Agustín si hubieran asistido al evento. Estarían “muertos de risa”. Y disculpen la pizca de humor negro. 

No se puede hacer un trabajo para el público desde la más aséptica erudición. Roberto GarcíaMesa sabe mucho sobre el tema del teatro de vanguardia en Canarias, pero no se puede contar así. Jairo López, el director, yerra en el guión y yerra en el discurso visual narrativo. Plano. Sin pegada. Insolvente. Monótono.  Apenas unos planos con encanto en el interior de la casa de Agustín Espinosa. Poco más. Mucho ruido y pocas, poquísimas nueces. 

Se pueden utilizar tantas voces testimoniales como se quiera, pero hay que acompañarlas de la mano para conseguir que, lo que dicen, tenga fuerza, conecte, te haga sentir. O, al menos, mantener mínimamente el interés. Sólo José Antonio Ramos Arteaga se explicó de manera natural, de tú a tú con el público. Los demás lo hacían instalados desde las altísimas tribunas del saber docto, encorsetado y mirando al otro desde las alturas. Pero no son ellos. Son el guión y la dirección los responsables del desaguisado. 

Por otra parte, resulta lamentable descubrir, si sabes interpretar lo que muestran las imágenes, el triste panorama cultural de nuestro territorio. Los herederos de Claudio de la Torre, por ejemplo, depositarios de su archivo personal, ni saben lo que tienen en sus estanterías de madera perfectamente ordenadas. Burguesía iletrada en su retiro peninsular. Los restos de la casa de Agustín Espinosa, harían temblar los cimientos de cualquier Ayuntamiento que tuviera un mínimo de decencia hacia su patrimonio cultural. Ahí sigue, cayéndose la casa, en Los Realejos. El documental pasa por el tema sin mojarse. No basta con mostrar. Hay que señalar. Hay que poner el dedo en la llaga. Pues nada. Nada. 

Hace unos meses tuve oportunidad de volver a ver otro documental: “Aisaldos. La esencia deun espíritu”, de Miguel García Morales. Un homenaje al movimiento surrealista de los años treinta. De fondo, muchos personajes del documental de hoy. Emocionante testimonio. Imprescindible pieza visual. Imagino que “Modernos” tomó ese ejemplo como punto de partida. Qué distinto el resultado. Jairo López no ha sabido encontrar el camino en “Modernos”. El colmo del despropósito hirió mi sensibilidad cuando, al adentrarse en el surrealismo, cambió el modo de estar de las cámaras durante las entrevistas y pasó, de la toma estática con trípode, a tomas con un liguero tembleque. ¡Menudo homenaje al surrealismo! ¡Fuerte simplismo! 

Me invade la impresión de que es un producto para el lucimiento de unos pocos, con la excusa de poner en valor una parte del patrimonio cultural de nuestra historia, y sacar unas perrillas al Gobierno de Canarias; que las puso. Lo peor, con todo, es un miedo que me atenaza. Puede que, futuros espectadores, lleguen a pensar que el Teatro de Vanguardia en Canarias, era el producto de burguesitos ociosos, hartos incluso de la mano que les daba de comer. Ese es mi miedo. Puede que el público no llegue a enterarse del movimiento revolucionario que significó ese periodo histórico. Porque el documental está hecho para unos pocos. Para que, esos pocos,  puedan decir a los responsables del trabajo lo buenos que son, lo bien que lo hacen, con unos golpecitos en el hombro. Que no cuenten conmigo para eso. 

Por fortuna, me quedo con el trabajo de Francisco Vera cuando narra los manifiestos de “La Gaceta del Arte” y “Pajaritas de papel”. Con eso, el documental estaba hecho. Ahí está todo. Léanlos. Hemos de volver a ellos. Tenerlos presente. Sacarlos a los escenarios. Vivirlos.