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“Si de veras llegásemos a poder comprender, ya no podríamos juzgar.” André Malraux Levantó mucho revuelo el concierto por la paz de Juanes y Cía el pasado mes en La Habana. La verdad es que, más allá de la propia pasión de los bandos enfrentados, la única conclusión cierta a la que llego es que no debemos encontrarnos en una sociedad verdaderamente democrática ni desarrollada, eso que Marx previó como el Paraíso Socialista de la Sociedad Sin Clases, en el que cada ciudadano se convertía en un poeta o artista, libre de la opresión de la infraestructura, para dar rienda suelta a la irrefrenable capacidad creativa que guarda cada ser humano en su interior. En ese tipo de sociedad cuasi perfecta, les estaría vetado el protagonismo social a personajes como Miguel Bosé o Víctor Manuel -por no citar a Bono o Bob Geldof-. El sentido estético con mayúsculas, la dignidad del arte, harían imposible que tales vates pudieran pasar de la sala de estar de sus casas a la hora de intentar exponer su amalgama de lirismo concienciado y supuestamente progresista. Los conceptos absolutos y abstractos -raza, nación, dios, paz, justicia, amor- son responsables del mayor número de muertes violentas en la historia humana. La paz como objetivo ha estado presente en algunas de las experiencias que más sangre y terror han desatado en nuestro pasado. Desde la Pax Romana (a hostias con el no ciudadano) hasta los mil años de paz del III Reich (a hostias con el no ario), la paz ha sido utilizada como pretexto para las mayores barbaries. Si ya hay que tener recelo con la utilización de estos conceptos como pretexto, tampoco hay que obviar que, como medio para un fin, apenas ha servido de algo dado nuestro estado de desarrollo. Seamos sinceros, tipos maravillosos que utilizaron la paz como herramienta, como Gandhi, sólo consiguieron cosas como dar a luz a dos países llenos de pobres e integristas religiosos, o en el caso de Salvador Allende acabar bombardeado en su propio despacho. Queda el pero del lugar de celebración. Tocar en un país dictatorial es una manera de apoyar a esa dictadura argumentan algunos. Probablemente así sea, tanto como que actuar en España, por ejemplo, significa apoyar a un país basado en un sistema en el que se permite la existencia de millones de pobres, mientras su gobierno apoya sin fisuras a la gran banca que niega créditos y forma parte activa del mayor proceso de desmantelamiento de la educación y todo lo que eso conlleva de dignidad en el ser humano. En resumen, si es por oponerse a dar coartada a la injusticia y la opresión, deberíamos negarnos a expresar nuestra creatividad en cualquier lugar del mundo hasta que la cosa no cambie. Eso sí, sistemas regidos por eslóganes tan fascistas como “Patria o muerte” ponen a huevo el no subirse al escenario, y así de paso evitarse el abrazo hermano y solidario de Aute.LA PAZ, ESA ASESINA