“Las competencias técnicas medias tienen una vida aproximada de diez años, el capital intelectual se deprecia un 7% por año, lo que va unido a una reducción correspondiente de la eficacia de la mano de obra” Informe de 24 de mayo de 1991 de la Comisión Europea
Que la educación es un asunto que la gran mayoría nunca se tomará en serio en este país lo demuestra cuáles han sido los puntos álgidos de la protesta de la comunidad educativa y la sociedad las últimas semanas: la reintroducción como materia calificable de la religión, la discusión sobre la lengua vehicular en las comunidades bilingües y las ‘reválidas’ al final de cada etapa.
Sobre la religión, sí que es criticable la presencia de tal materia en el sistema educativo de un estado aconfesional (aunque es verdad que no laico por definición). Pero no hay que olvidar que nunca había sido eliminada. Los socialistas no se atrevieron y, si se va a impartir, es mejor que compute. Es mal mensaje eso de que “esto te lo damos pero no cuenta, no te preocupes”. Por ahí empiezan muchas brechas. Lo que se debería resaltar negativamente es esa falsa equiparación entre la ética (o sus variantes) y la religión. Partir de esta premisa significa confundir epistemológicamente el trazado pedagógico desde el comienzo. Lo que se debería hacer es pedir una materia equivalente: formación en el ateísmo y/o el laicismo, por ejemplo. Ahí empezaríamos a acertar. Más grave es que nadie proteste por la continuada ausencia de una materia específica, derivada de la Formación y Orientación Laboral, desde al menos el 2º ciclo de ESO. De haber existido una formación específica en cultura económica, financiera y empresarial de base, nos habríamos quizá ahorrado muchos disgustos a estas alturas. ¿Qué es preferible: saber interpretar un pasaje de la Biblia, del ‘Quijote’ o de la ‘Declaración de derechos del hombre’ o saber interpretar la letra pequeña de un contrato? Yo lo tengo claro, muy claro.
Lo de la lengua vehicular ya es de traca. Debería haber masivas manifestaciones de padres indignados porque a estas alturas la lengua vehicular en todo el estado no sea el inglés. Que no se haya implantado como tal, más allá de los tímidos intentos por cubrir el expediente de turno, confirma la connivencia con una ineptitud histórica.
En cuanto a las recuperadas ‘reválidas’, esas pruebas que confirmarán el grado de adquisición de competencias al final de cada etapa, es evidente que añaden un factor de presión que no suele ser recomendado en la pedagogía contemporánea, pero introduce un factor igualador en el que nadie parece haber reparado. Si las pruebas son evaluadas de manera externa, eso quiere decir que tendremos un filtro común e igual para todos. Lo digo, sobre todo, por los centros concertados y su hábil ‘facilidad’ para obtener siempre magníficos resultados académicos. Quizá deberían haber sido los padres de estos centros los que tenían que haber inundado las calles el pasado 9 de mayo, no vaya a ser que estén pagando por algo que luego no les va a resultar.
Por último, es importante recordar que la LOMCE mantiene el texto original de la LOE socialista para cambiar o adaptar solo determinados artículos puntuales ¿Sorpresa? Poca. Ambas leyes educativas son leyes ideológicas (curioso que el término ideología provoque ahora tanto reparo entre la izquierda política) En el fondo, comparten un discurso de partida común: formar ciudadanos ‘competentes’ (esto es, socialmente rentables) en la democracia de libre mercado. La LOMCE, en un punto de realismo para con nuestro contexto, insiste en primar la FP, uno de los déficits históricamente vergonzantes de nuestra educación. Cada vez que un alumno manifiesta su intención de querer cursar una carrera universitaria en este país, sobre todo si es de Humanidades, se consuma un nuevo fracaso pedagógico.
Escucha recomendada para la lectura: Sr Chinarro’ Cero en gimnasia’