Sigo a Bassi desde finales de los ochenta, cuando lo descubrí en el ¡Festival de Pallassos de Cornellà'. Me sigue emocionando desde entonces.
Es un bufón, un clown, un payaso. Es un ser imprescindible sobre la escena. Pero por encima de todo, es un gran poeta, un enorme y magnífico poeta. También es Dante, Goya y Kandinsky. ¿Qué sería yo sin Bassi? Sería menos feliz, sin duda. Duermo mejor pensando que en el mundo hay personas como él: que señalan, que hablan sin temor.
Anoche Bassi resumió su carrera artística en cuatro gags. Todo empezó en la Plaza del Duomo, en Milán, a los seis años cuando, harto de dar de comer a las palomas los domingos por la tarde, como todos los niños de aquella remilgada ciudad, decidió distinguirse de los demás ofreciendo a las palomas toda la bolsa de migas de pan en un instante, no hacerla durar toda la tarde, como los otros niños, convocarlas a todas a sus pies y reventar la reunión avícola con un estruendoso petardo.
Después llegó el momento de reventar al público. Dinamitarlo a base de coca cola. ¿Quieren saber qué es la 'tensión dramática'? Vivan eso. Momentos educativos. Con espacio para la crítica social, contra el capitalismo, contra la imbecilidad humana, contra el partido popular y su homólogo ciudadanos.
Duele ver a Leo triste. Cuando reconoce que su esfuerzo sirve de poco. Que la coca cola sigue monopolizando el universo. Y la industria de la guerra, y la farmacéutica. Qué poco puede hacer un payaso ante la magnitud del adversario. Pero bueno, todavía puede demostrar algunas cosas. Sí, porque Leo Bassi sabe cómo ponernos “il culo stretto”. Y la platea entera vivimos la sensación del retraimiento anal. Sí, para no cagarnos encima. Hasta ahí llega el poder de Leo. El poder del bufón. Lo hizo con un plato de espuma de afeitar en la mano. Y con la hipnosis. Magistral. Nos vuelve a mostrar el poder del teatro, como cuando se prohíben sus representaciones en plazas fascistas, en ciudades tomadas por la iglesia y su brazo político armado: el derecho, por supuesto.
Y al final: la belleza. Me emocionó. Colapsó mis lagrimales y mi estómago. Leo el provocador, Leo en subversivo, Leo la estampida de bisontes… Reconvertido en ángel caído. El ángel más dulce que jamás ha visto la humanidad entera. Leo transformado en un hermosísimo poema visual. Un ser desnudo, chorreando miel y empapado en plumas blancas. Sublime. Enorme. La imperfección del ser humano hecha carne humilde. Un regalo para todas las personas que asistimos ayer al Leal en su día del centenario.
Una escenografía sobria, elegante y atávica. La música precisa en todo momento. Y Leo inundando la escena. Desbordando teatro. El micrófono de mano, en esta ocasión, como símbolo de poder. Sí, me emocioné. Sí, me levante como toda la platea a aplaudir. Y sí, grité con él, con la platea entera, en el grito ancestral de despedida. Hasta la próxima Leo. Por favor, está en Canarias, vayan a verlo. Revienten los teatros allí donde vaya. Que el opresor muera de envidia y se trague su lengua.
'B.S.O.' The best of Bassi
Teatro Leal. 15 mayo 2015.
Crónica de Jordi Solsona