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'UN HOMBRE FELIZ'.

Teatro Leal. Jueves 26 noviembre 2015

Crónica de Jordi Solsona

 

Teatro al uso ayer en el Leal. La sala llena, en un jueves lagunero que invitaba a estar en la calle, con tapas y vinos en las carpas instaladas un poco más arriba del teatro.

Hacía tiempo que no veía yo una obra que se iniciase con el telón echado. Bonita imagen la de ese terciopelo burdeos. También hacía tiempo que no veía una escenografía que me recordase tanto a Ikea; por el mobiliario y por lo abarrotada. Era algo así como estar “en clave de ja”. La sensación pasó pronto, en cuanto la historia fue tomando cuerpo. Tiene su mérito sobreponerse a ese escenario tan kitsch. Veamos qué lo permitió.

El texto de Ramón Rodríguez es inteligente. La arquitectura precisa. El trabajo de los actores y la actriz también convence. Así las cosas, “Un hombre feliz” tendrá un amplio recorrido lleno de aplausos. Al público le gustó el conjunto, lo reconoció con cálidos y extensos aplausos.

Hablando del público… Resulta curioso comprobar su dependencia tecnológica. En cada cambio de acto y a telón bajado aprovechaba para consultar sus móviles, lo que llenaba la platea y los palcos con unos resplandores azulados que me recordaban a los fuegos fatuos  o los candiles de la santa compaña.

Volviendo a la obra, el autor nos plantea el eterno dilema sobre si el actor finge o siente su personaje. Para ilustrar el tema monta una historia como la de “el día de la marmota”, con la iteración como argumento. En este caso el protagonista, tras un accidente, no es capaz de construir nuevos recuerdos, su memoria no retiene lo sucedido veinticuatro horas antes. Se alimenta de las viviencias anteriores al golpe en la cabeza. Su día a día se repite una y otra vez, una y otra vez. Su ex mujer construye esa farsa para que pueda vivir una vida fuera del hospital. Una vida reincidente. ¿Una farsa de vida? ¿Acaso no es la vida misma una farsa? El marido de la mujer se entera de este artificio que dura ya casi cinco años. La trama está servida. El espacio para la reflexión también. ¿Fingimos cada día? ¿Necesita Don Juan estar enamorado para enamorar? ¿Es más productivo el fingimiento que la sinceridad?

El texto de Ramón Rodríguez es inteligente, tanto, que es muy de agradecer el espacio que abre a la reflexión.  Su arquitectura resulta precisa y grata de habitar. El trabajo de los actores y la actriz también convence. ¿Por qué será, entonces, que el conjunto para un servidor cojea? Mucho habrá en tal apreciación de mi reconocido nivel de gilipollez, que lo inunda todo de subjetividad (malsana, dirán algunos). Pero es que 'Un hombre feliz' contiene demasiado artificio, demasiado Ikea. A ver si me explico. Ya que utiliza el tema del amor como hilo conductor, parece que se centra demasiado en una de las partes del binomio. Nos hace creer que enamorar depende sólo del sujeto activo, de quien enamora. No. No y no. El amor es una reacción química mucho más apegada al instinto que a la razón. Tal vez la otra persona tenga algo que decir, digo yo.  Pero no sólo es eso. Hay como un estatismo en los personajes, un quedarse varados como palos mientras escuchan al otro. Esa es una cuestión del director. Que la chica salga de la alcoba en la que pasó una noche, en pijama, pero con los mismos zapatos de toda la obra, es otro detalle que rompe la armonía necesaria (ven como soy bastante tiquismiquis) y también es cosa del director. Luego esa permanente necesidad de aclarar, de certificar, de demostrar cierta erudición en el tema. La realidad no es así. Aunque precisamente se trate de eso: de imitar la realidad, como incide una y otra vez el protagonista.

El trabajo de la actriz sube a medida que avanza la obra. Ella sí convence al final. Sí consigue enervarse, echar mano de su energía interna para aflorar su papel. El protagonista ejerce de actor en todo momento. Impecable, superlativo, pero actor. Dice bien, pero dice. El engañado cumple en su rol. Es el que ignora y reacciona al saber, es creíble su aturdimiento ante la revelación, es creíble su pasmo y su reacción.

Por todo ello digo que me gusta 'Un hombre feliz'. Teatro que te absorbe y entretiene. Que da motivo a la reflexión. ¡Por cierto! “Prefiero que el teatro esté lleno de gente, a que me aplaudan un par de personas entendidas”, dice el director en una entrevista para un medio escrito. ¡Coño! Pienso yo. El otro día leí que el mayor nivel de estudios y preparación lo tienen las personas votantes de IU, luego las de Podemos, el último eslabón lo ocupan las personas que votan PP (menor nivel de estudios y preparación). ¡Pueden volver a ser los más  votados esos que nos llevaron a la guerra, que recortan en educación, cultura y sanidad! ¡Así nos va!

Teatro del que entretiene e invita a la reflexión a juicio del autor