Desde hace tres décadas, la Fiesta de la Música señala la llegada del verano en países de todo el mundo. Surgida como una iniciativa gubernamental en Francia, en la década de los ochenta, se ha convertido en una celebración de carácter internacional que no sólo implica a los músicos y al público, sino a una parte notable del tejido socioeconómico y artístico de las ciudades en que se celebra. La carta “La Fête Européenne de la Musique”, que recoge los principios esenciales de la celebración, la describe como “una llamada a la participación espontánea y gratuita que se dirige a todos los individuos o los conjuntos musicales que practican el canto o la interpretación instrumental”. Pero, ¿puede definirse como “espontánea” una participación que se organiza mediante una convocatoria oficial y un proceso de selección de los músicos, y que está gestionada institucionalmente? Esa gratuidad a la que se refiere la carta, ¿debe aplicarse sólo al público o también a los músicos participantes (al menos los profesionales), que no deberían cobrar por su trabajo? ¿Es positivo ofrecer música gratis a un público potencialmente masivo o esto sólo contribuye a reforzar la idea más o menos extendida de que la cultura es un derecho inalienable por el que no se tiene que pagar, y no una forma de subsistencia para muchísimos profesionales (no solo los artistas)?
Jack Lang y Maurice Fleuret decidieron invitar a los músicos a salir a las calles y tocar de manera gratuita bajo la premisa de que la música es una manifestación popular que debe estar abierta a todo el mundo.
En 1982, Jack Lang, quien era por entonces el ministro de cultura Francés, y Maurice Fleuret, su director de música y baile, decidieron invitar a los músicos a salir a las calles y tocar, de manera gratuita, para los franceses, bajo la premisa de que la música es una manifestación popular que debe estar abierta a todo el mundo. La Fiesta tardó apenas tres años en convertirse en una celebración de ámbito europeo. En algunos años más, ya eran prácticamente un centenar los países de los cinco continentes que se habían sumado a la iniciativa.
En La Laguna, la de este año será la VI edición y las calles, plazas y otros espacios públicos se convertirán, durante un día y por doce horas, en escenarios al aire libre donde casi medio millar de músicos profesionales y aficionados darán a conocer sus propuestas al público. La iniciativa se inserta dentro de una línea de gestión cultural más amplia basada en la celebración de grandes eventos musicales gratuitos tales como el ‘Hidrosfera Festival’, la Semana Internacional de Jazz o el reciente evento ‘Fierabrás’ celebrado en la Plaza de la Concepción lagunera. Estos espectáculos al aire libre contribuyen a difundir distintos estilos de música entre el público pero también dinamizan, a veces de forma muy ostensible, sus ámbitos de celebración, activando sustancialmente la maquinaria comercial y hostelera de las zonas comerciales abiertas, tal y como sucede en otros actos similares como la multitudinaria Noche en Blanco. Y tal vez esta sea la verdadera razón por la que cuentan con el apoyo institucional, y no la existencia de un verdadero interés por apoyar y fomentar la cultura creando, por ejemplo, circuitos estables y duraderos para la promoción de los artistas.
Óscar Pascual, músico y cantautor tinerfeño de adopción que ha participado en todas las ediciones anteriores de este evento en La Laguna, cuenta que lo hizo gratis sólo la primera vez, porque aún no se contaba con el apoyo institucional, pero que hubiera sido muy crítico con la iniciativa de haberse seguido realizando de esa manera en los años que siguieron. “Los músicos invertimos tiempo, energía y, por supuesto, dinero en sacar nuestros proyectos adelante y somos muchos los que no podemos dedicarnos profesionalmente y en exclusiva a la música precisamente por lo difícil que resulta cobrar”. Al respecto de si ve positiva la parte de ofrecer música gratis al público, Óscar opina que "una cosa son los días excepcionales de celebración, como esta gran Fiesta de la Música, que pueden ser una excelente plataforma de promoción para los artistas (canarios, en este caso); y otra que la cultura no haya que pagarla por norma." Al contrario, Pascual se manifiesta partidario de que los músicos vean reconocido económicamente su trabajo como cualquier profesional.
Es reconfortante que se valore económicamente tu trabajo. Pero hay una contrapartida y es que, al reducirlo a relación laboral, se convierte en un acto del contratante
Para otros de los profesionales que han estado ya en varias convocatorias de la fiesta "es reconfortante que se valore, también económicamente, tu trabajo. Pero hay una contrapartida y es que, al reducirlo a relación laboral, se convierte en un acto del contratante, y esto conlleva dos cosas: una, desaparece el hecho voluntario, genético en un evento como este y propio de cualquier celebración que quiera revestirse de moderna 'participación ciudadana'; y dos, pasa a ser un acto institucional, que siempre generará suspicacias políticas y, por tanto, será más dependiente de la coyuntura de gobierno. Una fiesta más espontánea será más libre, independiente y, con toda seguridad, más duradera".
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