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“¡VIVAN LOS NOVIOS!”. Asociación folklórica Acorán.

Casa de la Cultura, Los Realejos. 5 de diciembre 2015.

Por Jordi Solsona

 

Teatro en el pueblo con honestidad, criterio, esfuerzo y pasión, sin arrogancia y con humildad. Así sí. Así disfrutamos todas y todos: la parranda, el cuerpo de baile en su quehacer y cuando se adentra en los asuntos escénicos. Por supuesto el público también.

Situados en los años noventa del siglo pasado, dos ancianos rememoran un hecho acaecido en Los Realejos por los años cuarenta: una boda por poderes con el novio en Cuba. En el convite se desvelan las sospechas sobre el amorío de la novia con su primo, sustituto oficial del novio en la celebración. Todo aboca al desenlace esperado: en el puerto 'la niña' no se quiere embarcar, ahí está su primo para que se vaya con él, tendrán a la criatura en el sur de nuestra isla. Asuntos de familia. En mi país se dice aquello de 'com més cusins, més endins' (como más primos, más adentro).

Acorán practicó hoy la generosidad. Ellos se lo pasan bien en sus ensayos, hacen por disfrutar cada día un poco más, por eso se meten en el terreno teatral. Y lo quieren compartir con el público.

Claro que la propuesta es puro costumbrismo (algunos dirán que demodé), pero el acto trasciendo cualquier etiqueta porque su intención es otra. Ese hecho que representan es la excusa para compartir su alegría vital. De paso y con mucho tino, cuidan el detalle. Supieron meternos en la cotidianidad de una fiesta en una época pasada. Sobre las mesas estaban dispuestos los 'colocantes' (tarta nupcial típica realejera a base de crocante, que forma una estructura elevada en argotantes, liviana y etérea). La naturalidad de alguna actriz resultó asombrosa. La vis cómica de algunas otras también. El entusiasmo de los hombres era del todo creíble. La ejecución de los bailes demostró trabajo y  amor al folklore. La parranda cuenta con voces femeninas de gran calado. Las cuerdas suenan frescas y la coral conjuntada, entusiasta, fresca y alegre.

La dirección, aunque cuenta con dos cabezas visibles, parecía coral. En el poco espacio que dejaba el escenario, los cuadros y los bailes se compusieron de modo acertado. La coreografía resultaba vistosa y las composiciones bien equilibradas. Los cuadros escénicos se sucedían con una cadencia constante y armónica. Los temas musicales elegidos invitaban al público a corearlos con las palmas… No se puede pedir más. Un auténtico baño de aire sano, puro, vivificante. Sin los vicios de muchas producciones profesionales que se exceden en sus pretensiones, sin otro ánimo que el de compartir la alegría del grupo y hacer partícipe al público de ese contento del ánimo. Por qué no comparar 'lo profesional' con 'lo aficionado', todo es comparable, sobre todo en términos de calidad final. Me gusta cuando en el teatro consiguen variar mi estado anímico, cuando consiguen colocarme en un estado alterado de conciencia. Acorán me llenó de júbilo. Alguna gente con oficio y carné de teatro no me llevan a ese estado ni a ningún otro.

Estas exhibiciones te brindan, además, la oportunidad de vivir en directo algunos fenómenos sociológicos interesantes. Me gusta que en el teatro se puedan hacer cuantas fotos desees, grabar vídeo, o llevar a tu niño y que cuando vea a su mamá en el escenario la llame a gritos y el público se sonría cómplice. También ocurrió que la gente reía ante hechos antaño dramáticos, como un embarazo no aceptado por los progenitores. Da gusto ver esa reacción, habla de hechos superados. ¿O tal vez la sonrisa general esconde otra cosa?

Me quedan algunas preguntas relacionadas con el incomprensible (para un servidor) fervor religioso de mi pueblo que mucho tiene que ver con aquellos casorios y que todavía hoy pervive en cada esquina y cada fiesta. Algo de eso me hizo pensar la boda de hoy. Pero que me pregunte estas cosas es tema de otra crónica. Hoy disfruté en la Casa de la Cultura gracias a la Agrupación Folklórica Acorán, a su entusiasmo, su buen hacer y su deseo de compartir. Al final hubo vino dulce y crocante para todas y todos. Lujos del Norte.

Disfrutó mucho el autor con el montaje de la Asociación Acorán