Lo que voy a contar sucedió en una habitación del segundo piso de Dicky Morgan. Lo que pasó fue 'Sweet Dreams', una performance de Oliver Behrmann y Trinidad.
La acción estaba inspirada en un cuadro de Johann Heinrich Füssli titulado “The Nightmare”, (1781). Esta obra representa una escena de dormitorio en la que una joven reposa dormida en su cama mientras es poseída por un íncubo que está sentado en su vientre. Es una imagen sombría, envuelta en un potente y sobrenatural claroscuro. Existe en este cuadro un contraste evidente entre el cuidado y moderado tratamiento pictórico y lo misterioso y terrorífico del tema. Menciono este asunto porque dicha discordancia entre el aspecto formal y el concepto, fue el vehículo que articuló el discurso de la performance.
La recreación de la escena implicaba que Oliver alcanzase y mantuviese un profundo sueño, para lo cual debía tomar una alta dosis de hipnóticos y somníferos.
La referida habitación era de tamaño mediano, paredes blancas, suelo de madera y ventanas a la calle. A ella se accedía por una estrecha escalera, al final de la cual estaba Oliver recibiendo al público. A mi me saludó como siempre, estrechamos la mano e intercambiamos algunas palabras. Todo normal, pero noté que tenía dificultades para posar su mirada, como si su entorno cambiase de plano constantemente. Ya se había tomado las pastillas.
En el centro del cuarto, una lámpara hecha de arañas blancas – una instalación del propio Oliver en homenaje a la araña calavera*- colgaba sobre un amplificador de guitarra y una cama. Nos ubicamos en torno a ella y, apoyados en las paredes, esperamos a que Oliver, ya desvanecido, acabara de caer en su hondo letargo. Mientras, José Luis `Voltage´ tomaba su tensión arterial y su pulso, ataviado ya con la bata blanca que lo acreditaba como la persona que velaría por la seguridad en el proceso, la autoridad sanitaria en aquel momento.
Al cabo de un rato Oliver se durmió. Pero aún no habían pasado quince minutos cuando de repente se despertó desorientado, miro su muñeca desnuda en busca de un reloj y comentó:
⁃ “Ah, … no sabía si estaba en mi casa o….”
⁃ “Si se acaban las cervezas hay un supermercado cerca que....”
⁃ “¿Ya intervino Zay?” (refiriéndose a Trinidad).
Tras este confuso lapsus de vigilia, volvió a caer en su narcotizado sueño, y después de repetir las operaciones que garantizaban la estabilidad de sus constantes vitales, José Luis hizo una seña a Trinidad para que comenzase su intervención.
Ella se acercó, cogió su guitarra, subió a la cama, se sentó cuidadosamente sobre el vientre de Oliver y, más súcubo que íncubo, comenzó a cantar. Yo no conocía a esta chica, ni la había escuchado, pero quedé impresionado. Sobre un sencillo acompañamiento de guitarra acústica amplificada su voz sonaba dulce, con un intenso y acaramelado vibrato. Pero sus letras eran verdaderamente devastadoras. Unas canciones hechas de dulce oscuridad, ¿se pueden imaginar un luto rosa chicle?. En este momento no se me ocurre mejor descripción.
No soy capaz de recordar de qué trataba la primera canción, solo sé decir que era terriblemente lúgubre y que, tras acabar de cantar, Trinidad cogió un rotulador y pintó algo que no alcancé a ver en un hombro de Oliver. En su segunda canción contaba que había matado a su novio y lo había tirado al mar. Decía que lo había hecho porque “vestía fatal”, y daba detalles de cómo lo hizo. El estribillo, era básicamente una letanía que repetía: “Mi novio está en el mar”. Tras acabar la canción, y moviéndose con cierta dificultad, - tengamos en cuenta que se hallaba sentada sobre el vientre de una persona dormida, que tenía una guitarra en su regazo y que, probablemente estaba nerviosa por su actuación -, cogió un bote de espuma de afeitar y una maquinilla, y con mano temblorosa, se dispuso a rasurar una pierna de Oliver. Tras hacerlo, recompuso su ubicación y cantó una última canción en la que contaba que se iba a suicidar. Esta vez la letanía del estribillo decía: “Me voy a suicidar”. Confieso que incluso ahora, con sólo traer la imagen a mi memoria para escribir esta crónica me recorre un escalofrío.
La escena era realmente potente, aquella chica sentada sobre el cuerpo dormido y todos los presentes en torno a ellos. A mi me pareció una imagen siniestra.
Una vez que Trinidad hubo acabado su intervención, bajo de la cama y se situó entre los espectadores, los cuales, pronto empezaron a pintar y afeitar al durmiente usando rotuladores, pintura de uñas y otros efectos que previamente se habían dispuesto para tal fin.
En este punto yo me fui, no por cansancio o aburrimiento, sino porque quería asistir a la actuación de unos compañeros en el Equipo Para. Pero allí aún quedaba gente dejando su huella en el yacente cuerpo.
Esto sucedió el pasado sábado 8 de junio en La Laguna, en una habitación de la segunda planta de Dicky Morgan, y los más de treinta testigos que allí habían no me dejarán mentir.
Una crónica de Error Anónimo
Para quienes se lo hayan perdido, Oliver Behrmann ha preparado junto a Ventura Mendoza un cortometraje a modo de documental sobre esta experiencia, que contará además con música de Resonance y que será presentado el 29 de junio en El Hombre Bala de Santa Cruz y en el Valentin Stüberl de Berlín de forma simultánea. Felices y dulces sueños para todo el planeta
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