Eran las 10 de la noche del sábado 17 de marzo: el cénit del fin de semana. El Eliromm Café, lleno casi hasta la última baldosa, acogía complacientemente al que sería el público del espectáculo humorístico de Aarón Gómez. En ese momento los asistentes ya recibían la primera sorpresa de la noche: un grupo de cuatro jóvenes mujeres con tirantes iban de mesa en mesa, repartiendo papeletas y pidiendo a la gente que apuntara una frase, una expresión o una palabra, para depositarlas luego en el saco de los chistes: la chistera.
Los presentes, que en principio fueron a pasar un buen rato con el monologuista canario, finalmente tuvieron risas por partida doble con ImprovisArte. Dos formas de llegar a la carcajada, por separado muy efectivas, pero que en combinación vienen a ser como la dupla formada por la ginebra y la tónica.
Aarón Gómez no es solo un monólogo, aparte de su excelente colaboración en los números de improvisarte donde quedó patente la amplitud de su capacidad cómica, su actuación fue más bien un diálogo constante con el público, que no solo tuvo que secarse las lágrimas de la cara, sino que también participó de forma activa en la construcción del sentido del discurso humorístico. Como dice el filólogo Pedro Barros García: “Las manifestaciones humorísticas de un pueblo son un fiel reflejo de su cultura y de su peculiar modo de pensar y sentir”; esta cita adquiere la totalidad de su peso en los números del humorista chicharrero a través de personajes como Tanausú y Chaxiraxi, lugares como Santa Cruz y la parada de la guagua, y situaciones que en mayor o menor medida hemos vivido los habitantes de las islas.
En cuanto a las actuaciones de ImprovisArte, hay que destacar la constante transgresión a la planificación del contenido de los sketches y la gran cantidad de recursos utilizados en los mismos, que comprenden, entre otras cosas, una jocosa combinación de pantomima y clown. Las semillas de la risa que germina la agrupación en cada subida al escenario son muy variadas, pero siempre obtienen el mismo fruto: una audiencia que estalla en carcajadas.
El espectáculo, el ambiente, la decoración y el eco de la risa colectiva permitieron, por un pequeño lapso de tiempo, transportar a los más nostálgicos a aquellas noches de Paramount Comedy de principios de siglo, con la importante diferencia de que en vez de risotadas enlatadas, en este caso se sirvieron risas en su punto y muy frescas. Viviendo en unos tiempos de noticias tan poco halagüeñas, asistir a los stand up comedy del Eliromm Café, cómo su propio hashtag reza: “#SientaBien”
Foto de las redes sociales del Eliromm Café
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