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Tamaska Teatro (Tenerife) y Théâtre Sans Frontières (Reino Unido) coproducen 'Malvasía, The Canary Gold', una sátira multidisciplinar y políglota sobre la codicia y el vino canario. La estrenaron el pasado enero en Reino Unido (en Hexham, concretamente) y en Tenerife este mes de abril. La crisis y la condición humana en idiomas, con humor y en un tono sin pretensiones filosóficas.

Una botella de vino de malvasía, legendaria y cargada de historia, es el mcguffin de 'Canary Gold'. La narración avanza y retrocede para ir revelando las vicisitudes de la botella a través de los siglos, en la duda constante entre la autenticidad y la falsificación, para contar que el valor esencial de las cosas no importa, lo importante es lo que se paga por ellas.

Sobre un fondo sencillo, proyectado en telas, varias cajas con ruedas giran y cambian para ir haciendo de barco pirata, de trono isabelino, de mobiliario moderno de lujo o de cajas de vino (de Malvasía). Eso permite saltar de escena, de siglo y de continente con una vuelta de cajas y unas luces, o cruzar el mar enseñando un barquito de papel o cogiendo un teléfono.

Los actores, de ambas compañías, hablan inglés, español y francés según toque, no importa cuál sea su lengua materna, mientras la traducción al español se proyecta en un cuadrito sobre el escenario; y también cantan -canciones de piratas los piratas y ópera la reina Isabel- y tocan varios instrumentos. Todo un alarde de elenco internacional y multital.

Con ellos viajamos adelante y atrás en el tiempo para ver a falsificadores contemporáneos,  falsificadores renacentistas, corsarios banqueros del siglo XXI, el mismísimo Francis Drake o la reina de Inglaterra haciendo y deshaciendo negocios con el vino canario de por medio. Total, que la piratería, en cualquiera de sus formas, es parte de la condición humana, desde siempre, podría decirse, y que la creatividad alcanza su máximo esplendor cuando está al servicio de la avaricia. Y más allá de todo eso, al acabar y después de la copita de Malvasía invitada a la puerta del teatro, el regusto familiar de que la culpa de todo, al final, es de los ingleses.