El 52% del alumnado universitario es femenino, con la excepción de las titulaciones denominadas STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas en sus siglas inglesas), donde el porcentaje medio se desploma al 25% y en casos como la Ingeniería informática, llega al 15%. Como explica la catedrática de Teoría e Historia de la Educación de la Universidad de La Laguna, Teresa Gonzalez Pérez, esto se debe en gran medida a la falta de referentes femeninos que puedan servir como ejemplo a las niñas: "Las mujeres están ausentes en los libros de texto".
La profesora dirige el curso 'Empoderamiento femenino: retos y desafíos', dentro del programa lectivo que se está llevando a cabo durante esta semana en la Universidad de Verano de Adeje, en el que se aborda la situación actual de las mujeres desde varios puntos de vista: además del mencionado ostracismo es las titulaciones STEM, también se hablará de las unidades y planes de igualdad en las instituciones, la conciliación y la situación en el mercado de trabajo, con especial atención a lo que dice la legislación vigente.
En el caso concreto de la falta de científicas femeninas, la catedrática denuncia que se produce una desincentivación desde edades tempranas, en las que a niñas que muestran aptitudes para la física o las matemáticas se las acaban desviando hacia las ciencias sociales o a las especialidades de ciencias de la salud más vinculadas al cuidado por el estereotipo de que todo lo relacionado con la ciencia y la tecnología "es cosa de hombres". Esa desviación se acentúa cuando en los libros de texto no hay ejemplo de mujeres científicas que puedan despertar vocaciones.
Siglos de cultura androcéntrica han borrado la presencia femenina no solo de la ciencia, sino de la literatura y las artes. "Parece que no hubo mujeres en el pasado. Pero sí las hubo: milenios de humanidad hubieran sido imposibles sin la presencia y aportación femeninas". Cita ejemplos como el de la astrónoma y matemática Hipatia de Alejandría, asesinada por una secta cristiana en el siglo V cuando su figura comenzaba a despuntar. Y pese a su trágico destino, es un nombre que al menos ha logrado trascender, no como el de otras muchas sabias y creadoras que han sido borradas de la historia y que, por ello, deben ser rescatadas del olvido.
"Es necesario corregir esa ausencia, restituir las mujeres a la memoria colectiva y hacer visibles sus aportaciones porque muchas veces las han borrado. No aparecen mujeres científicas que, dadas las circunstancias que les tocó vivir, cedían sus descubrimientos al marido, el padre o el hermano. También han sido devaluadas y, cuando había alguna con conocimiento y sabiduría, se la tachaba de bruja o hechicera. Había que atacar la figura femenina y sus logros se atribuían a hombres".
Aunque la situación ha mejorado algo en las últimas décadas, esas prácticas persisten y, por ello, se han formado los llamados techos de cristal que frenan las carreras profesionales y académicas femeninas incluso en instituciones teóricamente igualitarias. "Los hombres se apoyan entre sí, en las publicaciones científicas se citan entre ellos y rara vez mencionan a mujeres".
Existe, además, el gran problema de la violencia de género, una lacra que, según González, debería afrontarse desde su raíz en el ámbito educativo, tal y como especifica ya la Ley de Violencia de Género. "La sociedad se ha vuelto muy violenta y podríamos hacer un análisis más profundo y abordarlo también desde los medios de comunicación, cómo se transmite esa violencia. Y en los patios de los colegios, donde hay violencia y acoso a niños y niñas: el bullying también está emparentado con la violencia de género. Estamos viendo grandes avances en una sociedad cada vez más progresista y tecnificada, pero en valores y derechos humanos está retrocediendo, no solo en España, también en países del norte de Europa y EE.UU".
Reconocer las propias emociones y saber modularlas resulta esencial para prevenir problemas de salud mental que pueden manifestarse en momentos de estrés. Cuando son momentos puntuales no hay motivos de estrés, pero cuando su intensidad y duración en el tiempo son prolongadas, es el momento de recurrir a profesionales. Precisamente sobre este proceso ha versado el curso de la Universidad de Verano de Adeje 'Salud mental en positivo: inclusión y bienestar', que ha sido coordinado por la profesora del Departamento de Psicología Clínica, Psicobiología y Metodología de la Universidad de La Laguna, Rosario J. Marrero Quevedo, que ha contado con investigadores, terapeutas y profesionales de la salud mental como profesorado.
El curso ha sido dividido en tres bloques. El primero se ha centrado los mitos y estereotipos sobre salud mental, que en muchas ocasiones provocan la estigmatización de quienes la padecen; el segundo ha introducido estrategias que facilitan la inclusión e interacción de las personas aquejadas con estas patologías mentales; y el tercero ofrece técnicas para modular las emociones en situaciones estresantes que, potencialmente, podrían disparar síntomas de estos trastornos.
Sobre el primer bloque, Marrero explica que el desconocimiento sobre determinadas enfermedades mentales provoca que se margine a quienes las padecen por temor a que sean peligrosas cuando, en muchas ocasiones, esos miedos son infundados. Pone el ejemplo de las personas con esquizofrenia, que suelen ser miradas con suspicacia pero no tienen porqué llegar a niveles preocupantes. "Puede surgir un brote psicótico, un momento de desconexión con la realidad que lleve a la persona a generar ideas delirantes que, normalmente, no afectan a la interacción con los demás y se centran más en uno mismo. Son pensamientos autorreferenciales como, por ejemplo, los delirios de grandeza", afirma la profesora.
La experta señala que mientras estas personas estén reguladas, son funcionales, integradas en la sociedad y con trabajo y familia. Mediante la psicología se les puede ayudar a detectar en qué momento van a entrar en brote y enseñarles a manejarse en esas situaciones. La base de buena parte de los trastornos de salud mental suele estar en el estrés, una situación que sobrecarga a las personas que poseen una vulnerabilidad y dispara el trastorno, que se manifiesta de maneras diferentes: ansiedad, depresión o, en casos más agudos, trastornos del espectro de la esquizofrenia.
El segundo bloque se centra en las herramientas para mejorar la interacción de quienes padecen algún trastorno mental: tanto para que la población pierda el miedo a tratar con ellas por desconocimiento sobre cómo abordarlas, como para que las personas afectadas sepan modularse y puedan desenvolverse en el mundo cotidiano. Así, a través de estrategias de comunicación se ayuda a expresar cómo se siente el individuo y mediante estrategias de resolución de problemas, se le ayuda a solventar aquellas situaciones que podrían desembocar en esos momentos estresantes capaces de disparar los síntomas.
Marrero indica que este bloque es útil para que profesionales de sectores como la educación y la sanidad que, por su trabajo, están en contacto con personas aquejadas de enfermedades mentales, ya que así podrán realizar una primera detección, serán capaces de interaccionar con ellas y, si fuera necesario, derivarlas a especialistas de salud mental.
El bloque final tiene un enfoque preventivo basado en el reconocimiento de las propias emociones y algunas prácticas para modularlas. "Las emociones son necesarias, pero dependiendo de la intensidad o la frecuencia, nos dan pistas de cómo estamos ante una situación: no puedo estar muerta de risa en un funeral pero tampoco estar llorando todo el día porque no consigo resolver la tarea que tengo en ese momento", explica. La experta cita estrategias como la reestructuración cognitiva, que ayuda a disipar ideas irracionales que en momentos de estrés pueden retroalimentar la situación y empeorarla; el distanciamiento del problema, que en casos de ira ayuda a no estallar y calmarse; o técnicas de relajación muscular y meditación de atención plena.
"Promover un bienestar comporta cierto compromiso", concluye Marrrero. "Hay un bienestar hedónico, que tiene que ver con el placer, y otro eudaimónico, que tiene que ver con la autorrealización. Ni podemos estar todo el día en la playa gozando la vida, porque hay que comer, ni tampoco estar todo el día hasta el cuello de trabajo, estresados: hay que encontrar el equilibrio entre los dos tipos de bienestar y compatibilizarlos para tener una vida más plena y saber afrontar los problemas", añade la profesora.
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