Pedro Guerra y Javier Álvarez se unen nuevamente en 'Aunque ya no soy dos' un concierto compartido que forma parte de una gira que pasará por el Auditorio Teobaldo Power de La Orotava este sábado, 7 de septiembre.
Una cita íntima y única a las 20:30, para la que todavía quedan unas pocas entradas disponibles en la plataforma Tomaticket y que ofrecerá las dos vertientes musicales de ambos genios de la canción.
Dos personalidades que llevan al escenario una puesta en común que Fernando Íñiguez cuenta con acierto y pasión en la promo que estos dos cantautores ofrecen como aperitivo descriptivo en su nueva aventura, tras haber vivido el concierto que vivió el pasado 20 de abril en Córdoba.
"Los cantautores se habían acabado, o eso decían en el cruce de décadas entre los ochenta y los noventa. La transición se entendía que había terminado, ya teníamos la democracia asimilada y Franco parecía que había muerto hace siglos.
Los ochenta fueron los años del hedonismo, de la movida y la posmodernidad, del lujo, del pelotazo. ¿Quién necesitaba que un pepito grillo les cantara las contradicciones? Cantautor, no me des la turra, vete al cine y cómprate unos calcetines. Los noventa llegaban cargados de rock alternativo, de british pop, de sonido mánchester, de trip hop, de bakalao y acid jazz y no lo vimos venir. Resulta que entre el cielo y el suelo unos tipos volvieron al taburete alto, la guitarra de palo y a la poesía. A cantar al garito pequeño, al café de las letras cuidadas, a la nueva toma de conciencia, a la ternura. Nosferatu erró el tiro y el mundo no se fue a la mierda. Un milagro. Se les volvió a necesitar. Sin rumbo y a la deriva, casi a la intemperie, la poesía hecha música recuperó su sentido. Se les llamó "Los Nuevos Cantautores", como si a los Serrat, Aute, Pastor, Llach, Bonet, Serna, Sabina, Raimon… se les hubiera pasado el arroz y otros venían a tomarles el relevo, ya que los Bergia o los Ruibal –esa generación intermedia- no habían podido con ellos. Dos sobresalieron sobre todos en el primer lustro noventero con un Libertad 8 como epicentro del terremoto: Pedro Guerra, Javier Álvarez.
Pero eran más que dos. De su estela se contaminaron, en el mejor sentido, Roxana, Ismael Serrano… y la denostada canción de autor dejó de verse como una rara avis en un país moderno que sorprendió al mundo con una Expo Universal y unas olimpiadas modélicas con una flecha encendiendo el pebetero. Los chicos están bien, y transcurrido ya una cuarta parte del nuevo milenio, quién lo diría, Pedro y Javier se suben al escenario juntos, como hicieron algunas veces sueltas en aquella década en la que nacieron como artistas.
Tantos puntos en común, pero tan distintas sus personalidades. Tan serio el canario, tan loca el madrileño. La fuerza que puede tener una canción, se agranda cuando se refleja en el otro. Guerra y Álvarez son espejos. Pero no miméticos. La mano izquierda se ve en el espejo como si fuera la derecha, y así todo. Ya saben lo de la sinergia, que dos más dos no son cuatro, sino mucho más. Canciones emblemáticas de sus respectivos repertorios se abordan a la par y con grandes dosis de complicidad en este encuentro con el que ahora giran por España.
No fue por casualidad, pero arrancaron el pasado 20 de abril (sí, como esa canción de otros) en Córdoba. Javier se soltó la melena de su cráneo rapado, y Pedro sonrió con su diente roto. Y ahora toca el resto de la península. La nostalgia ya no es lo que era así que uno, da igual cuál de los dos, bailó esa noche andaluza despavorido entre el público con la música a tope, mientras el otro disfrutaba viéndolo desde el escenario. Se reparten los tiempos, caen canciones harto conocidas por sus respectivos públicos, que puede que ya no sean dos. Álvarez tira de La edad del porvenir, Sunset Boulevard, Padre, Amor en vena y Piel de pantera, mientras que Guerra recurre a Dos mil recuerdos, Debajo del puente, El marido de la peluquera, Deseo y Daniela. El plano y el contraplano, y canciones de los dos juntos, como la que bautiza el encuentro y la gira, aunque ya no soy dos. Y esos dos todo el rato en el escenario, sin trampa ni cartón, solos, uno canta, otro asiente, cantan juntos, hacen de público el uno del otro. Se emocionan, ríen, lloran, aplauden. Se aplauden. La revolución de la ternura y la belleza entre dos tipos que se quieren, y que le cantan, sobre todo a eso, al amor que comparten. Y el amor, y quererse, es el último recurso que tiene ahora el ser humano en estos momentos de zozobra e incertidumbre mundial donde parece que va a acertar Nosferatu aunque con unos años de retraso. Eso, o el meteorito. Y, mientras, nos quedamos con Pedro y Javier, que ya no son dos. Puede que sean miles."
Fernando Íñiguez (Primavera 2024)
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