Claro que Boreal es del 10. Tras el éxito de esta décima edición del Festival Boreal, el eslogan que la organización eligió para difundir el evento merece totalmente la calificación de sobresaliente.
Un festival gratuito, encabezado por una filosofía medioambiental presente en cualquiera de los eventos que tuvieron lugar durante las cuatro jornadas de Boreal 2017, ya sea por las charlas, proyecciones, talleres y en las exposiciones y muestras programadas e incluso por los artículos y artesanía que poblaban el apabullante mercadillo desplegado en esta edición. Una filosofía potenciada además por el imponente guirre, fabricado con material de deshecho por Bordalo II, y que presidía el escenario grande. Una completísima feria que abordaba diversas inquietudes y donde el espíritu de la sostenibilidad se convertía en protagonista de la Isla Baja.
Boreal descubre talentos y los acerca a quienes quieran descubrirlos. De esta forma, quienes asistimos al festival nos llevamos a casa la experiencia de conocer artistas de diferentes partes del planeta que han sido elegidos por su calidad y por lo que pueden aportar a la actualidad cultural. El primero de los días del festival, viernes 15, tuvimos la suerte de presenciar cuatro buenas propuestas que calentaron el ambiente.
Todo comenzaba con el emotivo show de la argentina Luciana Jury y la candidez, el talento y la actitud de la estadounidense Laura Gibson. Dos conciertos íntimos y tristemente minimizados por el alboroto de los encuentros que amigos y conocidos propagaban a voces desde el garito habilitado frente al escenario. Pero con la furia de El Niño de Elche, más experimental que nunca y comprometido como siempre, se fueron calmando los ánimos de algarabía y bailamos, nos emocionamos y nos reímos, pero por dentro. Con Biru af Diaphra y su propuesta afroelectrónica, mestiza, y agradecida se cerró la jornada musical del viernes.
La tarde del sábado casi se solapaban grandes conciertos y muchos tuvieron que elegir entre asistir enteramente a uno o moverse entre los dos escenarios Los Silos e Isla Baja. Una coyuntura de lo más habitual en cualquier gran festival que se precie y en la que el público tiene la última palabra, dependiendo de sus ganas de moverse o directamente de sus preferencias musicales.
Esta décima edición llenó la localidad de Los Silos con los sabores del planeta, y literalmente, porque la oferta gastronómica que se proponía durante los dos días de festival en los puestitos y food trucks habilitados, amen de no pocos establecimientos del municipio, también proponían un viajero repertorio del que disfrutamos, prácticamente agotando las existencias, los miles de visitantes que acudieron a la llamada del Boreal.
Así, mientras que la dulzura y actitud naïf de Sandra Bernardo abría la tanda de conciertos de esta jornada, la caboverdiana Daisy Pinto lo hacía poco más tarde en otro escenario. La primera de las propuestas canarias fue la de Ida Susal, convirtiendo su concierto en toda una fiesta. Un espectáculo inolvidable, divertido y hasta verbenero que motivó a los asistentes para continuar la oferta musical de Olöf Arnalds que comenzaba en el siguiente escenario.
Un espectáculo esperadísimo e íntimo que no defraudó a quienes buscaban la tranquilidad tras la tormenta. Por cierto, el tiempo ayudó. Encapotado y bochornoso, quizá amenazante pero lo suficientemente estable como para no derramar una gota de lluvia. La suavidad atlántica de la morna de Cremilda Medina que compartía músicos con su compatriota Daisy fue otro de los momentos reflexivos y románticos de Boreal, levemente agitados por algún bailón y fulgurante desliz de jazz latino que los asistentes recibieron con jolgorio.
Las ganas de fiesta, omnipresentes durante las dos jornadas musicales del evento se trasladaron al escenario Isla Baja donde ST Fusion ofrecían otra de sus reverenciadas actuaciones, un show dinámico y eficiente en el que acercaron su jazz descarado a un público abierto y curioso. Pero sin duda fue la de la mauritana Noura Mint Seymali la actuación más sorprendente de la noche. Más allá de su virtuosismo y de la bien engrasada maquinaria de unos músicos que ofrecen una fusión transgresora e inesperada.
El concierto que ofrecieron Maria Arnal i Marcel Bagés será también uno de los episodios más recordados de esta edición del festival. Un espectáculo tan duro como emotivo que dejó al público con el corazón en un puño. Tras ellos, La Vida Bohème daba rienda suelta a un repertorio movido y contemporáneo en el que no pararon de bailar, ni los miembros de este grupo venezolano ni el público, agradecido por la fiesta con la que llenaron uno de los momentos trascendentales de la noche.
Mientras que algunos se acercaron a disfrutar del folklore irlandés de Jason O’Rourke otros esperaban por GAF y la estrella de la muerte, que con su solvente densidad preparaban la llegada del senegalés Ibaaku, que cerraba el festival con su fusión de ritmos africanos, electrónica, trance y psicodelia.
Tras este último concierto y con el público, aún con ganas de más, y que se retiraba pausadamente, muy pausadamente, se cierra una de las experiencias más intensas de este final de verano 2017 en Tenerife, con la esperanza de volver a compartir un año más la alegría de uno de los encuentros más amables y consolidados del circuito y la ilusión del descubrimiento de nuevas y buenas propuestas musicales.
Las fotografías son propiedad del Festival Boreal
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